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Tres, para muchos el número con mayor significado. De él dependen cantidades mayoritarias y así mismo, marca una estricta pauta. Dos son pocos, tres son multitud. Dos es casualidad, tres es un patrón.

¡Te lo he pedido tres veces! Es la tercera vez que me pasa. La tercera es la vencida. A la cuenta de tres. Tres hijos son demasiados.

—¡Tres siglos sin verte, enano!— Exclamó Daven al momento de abrir la puerta. —No sabía que habías vuelto.

—Tan solo fue un mes, no es para tanto.

—Un mes en el que Thomas apenas salió de la casa ¿Sabes cómo fue eso para mi?

—También me alegro de verte, Daven.

El rubio, en una muestra de fraternidad, le dio un amigable golpe en la espalda y Stuart sintió que se le salía el pulmón.

—Anda, puedes pasar.— Lo invitó. —Thomas no me avisó que venías.

—Creo que tiene el teléfono dañado, quise llamarlo pero no ocurrió nada.— Dijo mientras sobaba su hombro.

Ah sí. Se le dañó la batería. — Murmuró. —¿Hablaste con él en vacaciones?

—Aveces, ¿Por qué?

—Porque quiero que le hagas una pregunta por mí.— Carraspeó.

—¿Sobre?— Inquirió.

—Sobre su voz.

—¿Qué ocurre con su voz?

—¿Hablaste con él o no?

—Por mensajes.

Daven alzó una de sus cejas e hizo una mueca que mostraba inconformidad.

—Entonces te espera una sorpresa.— Musitó. —Ve al taller, esta trabajando.

Desconfiado, terminó por asentir.

—Adiós, Daven.

Los pasos del chico se encaminaron hacia las puertas del susodicho taller, de donde emanaba demasiado ruido y choques de objetos metálicos.  Por ultimo, abrió la puerta que conectaba la casa con el lugar de trabajo, solo para toparse con un alrededor de siete trabajadores rondando por ahí.

—Buenas tardes.— Saludó como era debido.

—Buenas tardes.— Dijeron al unísono.

Comenzó a buscar a Thomas con la mirada, pues de entre toda esa gente realmente ni una cara le era familiar.

—¿Stuie?— Lo llamó una voz un tanto particular.

El de pecas se dio la vuelta, encontrándose al bicolor a unos cuantos metros de distancia. Thomas tenía un aspecto desarreglado, como era usual al trabajar en el taller, encima llevaba puesto un overol que ya le quedaba flojo y bajo este una camiseta gris percudida.

—¡Tommy!— Lo saludó contento.

—¿¡Cuándo llegaste!?— Preguntó totalmente emocionado, mientras que Stuart se frenó de inmediato.

La voz. Esa voz. Por fin entendió a lo que Daven se refería.
De la mera alegría, Thomas terminó por abrazar al de pecas, olvidando por unos momentos que él estaba cubierto de grasa y aceite.

—¿No vas a saludarme?— Interrogó al notar la rareza en su comportamiento.

—¿Esa es tu voz?— Atinó a preguntar.

Tom emitió una risa agravada.

—Ya se que me escucho extraño.

《Ni siquiera te reconocí》.

𝔽𝕠𝕣 𝕍𝕒𝕝í   ●●McLennon●●Donde viven las historias. Descúbrelo ahora