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El joven Lennon podía sentir el aliento cálido y húmedo del animal chocar contra su rostro, mientras que la mano que lo sujetaba fue apretando tan fuerte que John ni siquiera intento zafarse del agarre, tenía la sensación de que poner resistencia lo terminaría matando.

Sin más y sin soltar a John, el lobo comenzó a correr...

Fue allí cuando el castaño reaccionó ¡Se lo estaban llevando! En ese instante decidió ejercer resistencia y a cada momento intentaba clavar sus pies al suelo o sacudía su brazo frenéticamente. Lamentablemente el lobo no llega ni a inmutarse; cargaba a John como si fuese mas ligero que el algodón, de hecho, parecía un niño pequeño corriendo con su muñeca de trapo. 

La manera de correr del monstruo, siendo no solo peculiar, también era mórbida. El trote lo hacía semi erguido, con una curvatura tan grande en la espada que llegaba a formarsele una U invertida, de vez en cuando apoyaba una de sus patas delanteras para lograr mantener equilibrio. Todo esto sin descuidar al castaño quien no dejaba de luchar para lograr huir.

—¡Papá!— Gritaba John —¡Padre!

John no comprendía como era que su progenitor no lo escuchaba, puesto que los incesantes ladridos de Maxwell todavía era audibles.

Estar asustado sería poco para describir lo que el muchacho sentía, porque estaba horrizado, horrorizado a la tercera potencia; su corazón latía tan rápido que había dejado de sentir cada palpitar, la única sensación que le quedaba era una comprensión en el pecho tan caliente que seguramente su camisa se le estaba quemando, su diafragma contraído le indicaba querer vomitar, cosa que John no podía hacer debido al constante movimiento, por lo que en cada intento de arcada sus costillas se encajaban sobre sus pulmones ocasionando un dolor punzante como el de una inyección, sumado a todo esto el agarre del lobo le había provocado sangrado a causa se sus poderosas garras.

John ya se había hecho la idea, se iba a morir de un paro cardíaco allí mismo, cosa que agradecía, ya que prefería eso mil veces a ser tragado vivo.

—¡Papá!— Volvía a llamar con un leve dolor en la garganta.

Aquel animal parecía ser un experto recorriendo aquellos enredadizos y confusos pasadizos; corría por ellos de una manera tan vertiginosa que cualquiera diría que esa era su casa. Su hábitat natural.

De repente el lobo frenó frente a un agujero de gran tamaño que estaba en el piso, este hoyo era de tierra  —muy probablemente escarbado por patas—  y de él emanaba un aroma a anís. Antes de que John pensara cualquier cosa el monstruo lo soltó, se colocó en cuatro patas y sus deformidades se deshicieron, ahora su apariencia ya no era deforme, "simplemente" era un lobo de proporciones épicas, aunque una apariencia mas "común" no dejaba de hacerlo lucir tenebroso.

John, quien estaba tirado en el piso, intentaba encontrar algo al rededor suyo que le ayudara a defenderse y es que si no corria era porque su cuerpo temblaba lo suficiente como para que erguirse no fuera opción.

—¡Largo!— Vociferó John: Acción de la que se arrepintió al instante, ya que el animal se erizó y mostró sus blanquesinos colmillos.

Entonces en un acto veloz, el lobo tomó a John por el cuello de su camiseta, y a pesar de que logró encajar alguno de sus colmillos ocasionándole una que otra herida al castaño no lo lastimó con severidad.

Inmediatamente aquel animal se introdujo
en el agujero, el cual era bastante estrecho, a tal punto que para lograr hacerse paso se iba arrastrando pegando el pecho contra el suelo; John, por su parte, ya había sacado conclusiones << Seré la fresca cena de un montón de cachorros>> Hacer el intento de escapar no serviría para absolutamente nada, pues aparte de que este lobo era mucho mas rápido —Y grande— que él,  seguro sus crías eran equivalentes al tamaño de Max.

𝔽𝕠𝕣 𝕍𝕒𝕝í   ●●McLennon●●Donde viven las historias. Descúbrelo ahora