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Stuart vio como una camioneta roja llegaba a su calle, por lo que dedujo que se trataba de ellos.
Emocionado, pero a la vez somnoliento gracias a ser de madrugada, se levantó del sillón y salió a la calle con una pequeña maleta en la mano.

El claxon sonó y desde el asiento del conductor un hombre le sonrió amistoso.

—Tú debes de ser Stuart.

—Así es, señor. Buenos días.

—¡Elfo!— Gritaron desde dentro del vehículo, acción que le sacó una sonrisita.

—Llámame Jensen.— Musitó el hombre. —Anda, súbete.

—Gracias, señor.— Luego corrigió. —Jensen.

Cuando abrió la puerta se topó con Thomas, quien le sonreía en bienvenida y a su vez, el olor a pino que emanaba del vehículo deleitó sus fosas nasales. Olía a limpio, a nuevo.

—Hola, Stuie.— Saludó inmediatamente. —¿Listo?

—Supongo que sí.— Dijo seguido de un bostezo.

Ademas de la compañía de Tom, justo al extremo derecho, se encontraba Daven totalmente dormido.
El hombre cabeceaba atontado, lo único que le impedía caerse era el cinturón de seguridad envuelto en su pecho y que los asientos delanteros detenían su cuerpo. Nuevamente, Stuart observó como las piernas del ojiverde quedaban grandes con el lugar, algo que ya se le había hecho normal al estar en compañía de los hermanos.
Aveces, al estar muy distraídos, se daban golpes en la cabeza o no podían tomar asiento con naturalidad; enroscaban las piernas para no acaparar espacio y contorcionaban sus hombros de diferentes maneras para no incomodar a otra gente.
Con Aren ni siquiera podía hacer la posición del misionero gracias a la diferencia de tamaños, aunque mas que un obstáculo, significaba beneficios y excusas para buscar otras posturas.

—¿Estas cansado, elfo?— Preguntó Aren, desde su asiento de copiloto.

Stuart talló sus pesados ojitos.

—Mas o menos.— Comentó. —Dormí muy poco.

—No te preocupes, el cansancio se quita con actividad y en la cabaña hay mucho trabajo por hacer.

La mirada de Sutcliffe no tardó en buscar los ojos de Aren, los cuales lo observaban desde el reflejo del retrovisor. Su intenso mirar azul logró transmitir el motivo de aquel comentario, tensando los dedos del muchacho y erizando los vellos en su espalda.
Se le había insinuado y eso, claramente, lo ruborizó.

(...)

—No te creo.— Dijo Denver. —No te creo, Paul, ¿Cómo haces esto?

—¿Lo hice mal?— Preguntó, mientras apartaba sus dedos del teclado. —Puedo tocar el resto y tu me dices que practicar.

—No, lo hiciste perfectamente bien.— Musitó. —Las partituras, eso sí no lo entiendo ¿Ya aprendiste a leerlas?

—Aun no.— Murmuró desganado. —Es que no me gustan. Ahí esta la música.— Apuntó al teclado. —No entiendo porque debo de gráficarla.

Un "wow", brotó de los gruesos labios del rubio.

—Entonces es a puro oído.—  Enunció en asombro. —Tú no puedes ser humano, no lo eres.

Ese halago terminó por asustar al muchacho y como una gacela que detecta un indicio de peligro, agudizó su vista y preparó el escape.

—¿Lo dices a broma, verdad?— Preguntó con cierto nerviosismo.

—Mas o menos. Aprendes rápido, yo creo que eso es un súper poder.

Paul suspiró mas aliviado. Había sarcasmo que no podía notar o expresiones que le resultaban ilógicas.
Exageraciones, ese era el tipo de sarcasmo que se le complicaba.

𝔽𝕠𝕣 𝕍𝕒𝕝í   ●●McLennon●●Donde viven las historias. Descúbrelo ahora