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La mañana helada, llena de ventarrones y corrientes de frío, recibía austera a todos en la gran Liverpool. Los pájaros ya no cantaban y las gotas del rocío eran congeladas por el cruel ambiente. En una época tan pesada e ideal para seguir acurrucado en la cama, lamentablemente, para los estudiantes y trabajadores, no era sinónimo de seguir en la vagancia.

Sin embargo, no todo era el regreso a una pesada rutina, ese día era especial para Paul y sumamente estresante para John. El azabache asistiría por primera vez al colegio y en su indicación validada por su par de psicólogos, se decía que al tener la capacidad de la empatía, gran resolución de problemas y un don nato para entender y/o buscar explicaciones, no habría problema en exponerlo a tal entorno.
Empezaría poco a poco, Paul no sería un alumno como tal, en realidad se buscaba mas que nada saber su respuesta  al relacionarse en un contexto normal con personas con su edad.

Podía librarse del estrés si él así lo deseaba y como no, podría abandonar la institución de sentirse incómodo. El resto de estudiantes también estaba advertido, no debían hostigar al jovencito.

—¿Cómo se me ve, Johnny?— Preguntó mientras se miraba al espejo con el uniforme puesto.

—Excelente, pareces de revista.— Dijo, para luego clavarle un beso en la mejilla. —¿Enserio quieres llevar uniforme? Para ti no es obligatorio.

—La verdad no es muy incómodo.— Musitó y como muestra sacudió su pierna derecha. —Es mas suelto y se me mira bien.

Paul apreció su silueta en el espejo, trataba de verse desde todas las perspectivas posibles y cada una de ellas le encantaba, así como a John.

—Me veo elegante.— Comentó. —Me gusta como luzco.

—A mi también me gusta.

Un toqueteo atrevido se le escapó al castaño, pues dejó ir una de sus manos sobre el trasero del jovencito.

—No puedo esperar para volver aquí y quitarte el uniforme.

Las mejillas del muchacho se volvieron coloradas y es que, desde su primer acercamiento, cada nuevo intento parecía ser mejor que el anterior. Su cuerpo ya no se comportaba igual de renuente y sus movimientos iban abandonando los pudores.

De repente, el sonido de la chapa metálica los hizo pegar un brinco, separándose al momento.

—¿Qué estaban haciendo?— Preguntó Sorna al percatarse de esto.

—Nada, nada.— Negó John de inmediato. —Quería hacer el nudo de la corbata de Paul.

—¿Cómo vas a hacerle un nudo si ni siquiera puedes hacer el tuyo?— Interrogó, intentando a toda costa desenmascarar a los dos chicos. —De hecho, venía a ayudarte con eso mismo.

—He estado practicando. — Mintió e intentó hacer aquel imposible nudo. —Aún no me sale.

—Ay Winston, ya para.

Sorna le propinó un pequeño manotazo, solo para después de encargarse de hacer el nudo por su cuenta.

—Haz el mío, por favor.— Pidió Paul.

—Ven acá, mi niño.

La mujer, al ver como ambos jóvenes se encontraban totalmente arreglados, no pudo evitar soltar un suspiro de nostalgia. Cuando John era pequeño y su madre lo dejaba en su cargo, su actividad favorita consistía en vestir al niño. Colocarle boinas, chalecos o zapatitos bien lustrados siempre resultó entretenido, aún mas enternecedor con el pequeño John envuelto en una toalla que le cubría enteramente el cuerpo.

—¿Por qué lloras, nana?— Preguntó Paul al ver que una lágrima se le escapaba a la mujer.

—No te preocupes, es de alegría.— Lo tranquilizó. —Aún recuerdo cuando John era muy chiquito y lo vestía elegante. Cuando no era el muchacho en el que se convirtió.

𝔽𝕠𝕣 𝕍𝕒𝕝í   ●●McLennon●●Donde viven las historias. Descúbrelo ahora