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En mi propia conmemoración para Ángeles Mastretta.

La navidad suele ser promocionada como una fiesta para la alegría familiar, un momento para olvidar los problemas y convivir con tus seres queridos; sin embargo, pesé a lo mucho que se le defienda o se hable sobre el ensoñador concepto que hemos formado alrededor de ella, lo cierto es que el estrés y los resentimientos tienden a relucir.
Claramente no es una regla forzosa, aunque seguro más de uno ha vivido esas penosas situaciones que solo llegan en época dicembrina.

Pasando por alborotadas celebraciones donde la fiesta se extiende por semanas e inclusive familiares lejanos aparecen, o por reuniones sencillas con la familia más cercana, hasta las navidades solitarias...

Esa era la primera navidad de Paul y aunque él sabía de que se trataba, por lo menos la parte teórica y religiosa, lo cierto era que jamás celebró esta fecha; después de todo, durante su vida en el bosque, el invierno era la estación menos precisa como para darse el lujo de celebrar. O comías o te morías.

Este día era el 23 de diciembre que, por motivos prácticos y gracias al demandante trabajo de Alfred, se tuvo que recorrer la celebración de los Lennon.

-Debes de batir con la pala hasta que todo se incorpore, corazón.- Le indicó Sorna a Paul. -La masa de galletas debe ser homogénea antes de agregarle chispas.

-¿Puedo probar un poco?- Le Preguntó. -Huele delicioso.

Si Paul hubiera tenido que escoger su parte favorita de la navidad, muy probablemente terminaría eligiendo ese delicioso aroma. Manzanas, canela, menta, azúcar y muchas otras fragancias vagaban por el aire, perfumandolo en una genuina exquisitez.

-No puedes, te hará daño porque esta crudo.

-Yo antes comía todo crudo.

John, que también ayudaba en la cocina, escuchaba todo desde su cómoda posición en la mesa donde cortaba manzanas en rodajas:

-Es mentira, Paulie, te lo dice para poder comerse toda la sobra que quede en el boul.- El castaño rió de su propio chiste.

Sorna le dedicó una mirada ponzoñosa.

-No le hagas caso a John, es por eso que el niño Jesús no le traía los juguetes que pedía.

-¡Claro que no! La tía Mimi era una vieja estricta que se enojaba por todo, por eso nunca llegaban mis regalos.

-Calla, muchacho.- Ordenó la mujer, para luego persignarse -No hables así de tu tía. En paz descanse.

-¿Ves? Tienes que persignarte para que no haga presencia su espíritu demoníaco.

Sorna alzó la mano, advirtiendo a John sobre su falta de paciencia y producto de esto, Lennon sonrió malicioso. Claro que quería a su tía, cuando Julia murió ella se convirtió en una figura presente, pero así era la relación que ellos habían formado.

-Ya se ve uniforme.- Musitó Paul, mientras mostraba su trabajo a Sorna.

-Bien, ya puedes agregar las chispas.

-¿Johnny, me pasas las chispas?

La bolsa con aquellas golosinas se encontraba al lado suyo, por lo que no le quedó de otra mas que levantarse y darle lo pedido.

-Aquí tienes.

John, juguetón, vaciló antes de entregarle la bolsa a Paul. Él hacía como si estuviera a punto de soltarla, solo ahí volvía a retenerla y de este modo, lograba desesperar al peligro.

-¡Ya suéltalo!- Exclamó el jóven.

-No chilles, no chilles.- Se burló a la par que pellizacaba su rolliza mejilla. -No chille, cachetona.

𝔽𝕠𝕣 𝕍𝕒𝕝í   ●●McLennon●●Donde viven las historias. Descúbrelo ahora