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Entrado el atardecer, con el cielo manchándose de los diversos y bellos colores que el sol provocaba al esconderse, el grupo de los fantástico comenzaban a alistarse para la noche de antro con el que abrirían su primer noche otra vez todos reunidos

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Entrado el atardecer, con el cielo manchándose de los diversos y bellos colores que el sol provocaba al esconderse, el grupo de los fantástico comenzaban a alistarse para la noche de antro con el que abrirían su primer noche otra vez todos reunidos.

Mientras que por otro lado y observando a la distancia, acechándolos e intentando no ser descubiertos, seis hombres los controlaban minuciosamente.

-¿Qué es ese bulto negro?-Preguntó Ovidio entrecerrando sus ojos para ver la "cosa" negra que se movía desde el interior de la mansión hasta el centro del corral de caballos que había sido desocupado especialmente para la fogata que los cinco amigos habían organizado luego de que regresaran de su noche de antro y fiesta por la ciudad.

-No seas pendejo, es Atenea envuelta en una manta.-Respondió Alfredo.

Los hombres se rieron al unisono por la confusión y el ver algo negro, de estatura pequeña, moviéndose por el campo.

-¿Mis hombres están listos para salir cuando mi princesa decida, Iván?-El nombrado asintió sin quitar su vista de su primo y la Zambada pequeña, divirtiéndose entre ellos ajenos a las miradas de los demás. Bebió un sorbo de su cerveza y se volvió al Zambada mayor quien lo miraba de una forma tan paternal como sólo él lograba hacerlo, luego de su padre. Ismael le dio una sonrisa con pena, comprendiendo cómo se sentía aquel hombre que un día había tenido en sus brazos siendo tan solo un niño, aquel hombre al que consideraba como a su propio hijo y que se delataba sólo con esas miradas inconscientes que le dirigía a su princesa, en las que parecía estar en trance y que más de uno lograba atraparlo.

Sin embargo, todos parecían comprender la situación, todos parecían respirarlo, sentirlo y oírlo menos los dos que deberían. O tan sólo su orgullo y esas posturas que desde pequeños habían tomado, no se los permitía aceptar.


°°°


Lloriqueé arrugando entre mis manos el vestido que había escogido y creía que me quedaría bien pero que lamentablemente me había equivocado, haciendo berrinches volví a revolver en mi maleta pero no había traído más que dos o tres vestidos como para salir de fiesta y uno ya lo había utilizado anteriormente.

Luego de dos toques tras en la puerta cerrada, salí del baño tirando ropa por todos lados.

-Atenea sólo faltas tu ¿Estas lista?-Bufé mirando al techo del cuarto como si este mágicamente lograra darme la paciencia y tranquilidad que necesitaba para estos momentos. 

Me cubrí con la bata de seda blanca con mi nombre grabado en la espalda y salí a atender a Tyler. La boca del rubio se abrió impresionado al verme aun en pijama.

-No creo ir, Ty.-Suspiré.-No tengo ropa.

-¿Atenea Zambada no tiene ropa?-Asentí avergonzada.

A Veces | Iván Guzmán| TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora