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Refregué mis ojos cuando el sol que ingresaba por el ventanal de vidrio comenzó a molestarme

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Refregué mis ojos cuando el sol que ingresaba por el ventanal de vidrio comenzó a molestarme. Me quejé cuando quise estirarme y pateé a algo sin querer.

-Auch.-Abrí mis ojos a la misma vez que recordaba que desde hacía una semana el mandilón de Iván dormía conmigo. Afortunadamente nadie se había percatado de aquello que parecía habérsele hecho  costumbre el hombre que ahora se encontraba aferrado a mi cintura, enredando nuestras piernas y tapado hasta su cabeza debido al frío que hacía en esta zona de Estados Unidos, a la cual nos habíamos trasladado ayer por la noche dando por hecho que hoy por la tarde se iniciaría el plan de rescate de Don Joaquín.-Quédate quieta que tengo frío.-Susurró él pegándome más a su cuerpo.

Me removí incómoda al sentir mi trasero pegado a su erección.

-Iván no inventes ¿A penas son las diez de la mañana y ya andas de caliente?-Él rió y escondió su rostro con su mano.-Debemos ponernos de pie ya-Dije mientras me removía entre sus brazos para poder quedar de frente a su rostro que aún se encontraba con sus ojos cerrados, sus labios hinchados y de un leve tono más oscuro que lo normal, sin contar con las chistosas líneas de la almohada marcada en él, no pude contener mi risa al verlo así de desaliñado y desprotegido, claramente relajado y recién despertado.-Es el día.-Iván asintió y se escondió entre la suavidad de las almohadas. Por mi parte realmente admiraba la tranquilidad que tenía él y la paz con la que había podido descansar, mientras que yo a pesar de haber dormido, despertaba cada cierta cantidad de minutos sin poder relajarme, sabiendo que me necesitaba descansada para el gran suceso que hoy habría, en el que no podría caber un mínimo error sino queríamos que las únicas dos consecuencias que eso traía se aplicaran sobre nosotros; la muerte o la encarcelación de todos.-El gran día.-Pensé en voz alta sin la intención de que Iván me escuchara.

-El gran día será el día de nuestra boda-Me corrigió con su voz aún ronca, abrió sus ojos, aclaró su garganta y volvió a hablar.-Y más tarde cuando nazcan nuestros hijos.


-¿No te parece apresurado? Mira que si te doy estos privilegios es porque me lo haces bien, no porque quiero volver a tenerte.-Mentí. Ni yo misma sabía porqué volvía y dejaba que Iván tuviera estos actos tan íntimos entre nosotros.

Él rió somnoliento y negó.

-No te creo ni una sola palabra ¿Cómo ves?-Abrí mi boca con sorpresa y diversión al hallarme sin qué decir.-Estoy completamente seguro que me amas tanto como te amo yo a ti pero te da miedo, te da miedo tener que lidiar con algo con lo que tarde o temprano lo tendrás que hacer, con o sin mí a tu lado. Y déjame decirte, es inevitable a lo que tanto le temes.

-¿Me amas?-Pregunté atónita.

Él se encogió de hombros y fingió pensarlo un momento, a la vez que llevaba sus manos hacia mis brazos por debajo de las sábanas, dejando pequeñas caricias.


Narrador

Allí se encontraban los dos jóvenes, ambos temiendo ser rechazados por el otro a pesar de saber los sentimientos que habían de por medio pero rogando y deseando oír esas dos simples palabras que demostraban tanto, ambos deseaban oír un te amo de sus labios con destino a ellos.

-A veces te amo, a veces te odio pero.. cuando te odio es porque te amo.-Sentenció el hombre dejándose llevar por todos aquellos sentimientos que se habían contenido por tanto tiempo y terminó con los pocos centímetros que había entre ellos, sellando el momento con aquel beso tan anhelado por ambos.

Porque aunque sonara a un juego de palabras o fuese algo confuso, odiamos a alguien cuando realmente queremos amarle, pero que no podemos amar. Tal vez él mismo no lo permite, como en éste caso lo hacía Atenea-Por el miedo que tenía a lo que podría llegar a salir de una unión de ellos, sabía que eran el uno para el otro, que se complementan tan fácilmente y a la perfección que todo lo que se propusieran hacer lo lograrían y eso, los convertiría en imparables. También temía a las represalias que intentarían tomar los demás contra ellos al verlos en lo alto, ya una vez se habían aprovechado de la situación y casi acababan con la vida de Iván alguien de su misma familia. ¿Qué más tenía que suceder para temer?-.
El odio, a veces, es una forma disfrazada de amor. Como cuando Iván no podía contenerse y necesitaba hablar con su Diosita, como él decía, fuese de la forma que fuese. Tomando el camino más común y simple que encontró de pequeño, y que con los años siguió implementando por más que le disgustara, fingir que la sola presencia de la preciosa pelinegra le molestara, buscar pretextos para enfadarla y conociéndola tan bien, al ella siempre querer y tener que quedarse con la última palabra, sabía que le respondería. A todo eso también se le sumaba la abismal diferencia de edad, no podía demostrar sentirse atraído por su pequeña cuando se llevaban diez años de edad, todos lo tacharían de ser algo repudiable y era entendible si nadie podía ver con sus ojos y sentir con su corazón lo que él sentía cada que tenía a su pequeña con él o simplemente la veía pasar delante suyo, deleitándolo con su indiferencia, con su valentía y con su característica personalidad.

A Veces | Iván Guzmán| TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora