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Al despertarme al día siguiente, puedo oír como el sol apenas naciente y que ingresa de lleno por el balcón es acompañado por el canto de los gallos y de las aves exóticas del aviario de mi familia -especialmente de mi madre mientras que papá fue quien me heredó su pasión por los felinos de pequeños y grandes tamaños-. Debo de admitir que si hay algo que extrañé al estar lejos de aquí y ya no vivir en el corazón de La Sierra sino que en el de una ciudad que no descansa siquiera de noche, fue la paz y la tranquilidad así como también la conexión tan directa con la naturaleza que se podía tener en el rancho, sin embargo, también extrañaría la urbanización de San Francisco, pasearme por la empresa de Ethan, mis fábricas, mis concesionarias y la vida tan ajetreada que ser responsable de todo eso me conllevaba.
Aún es indefinido cuando me marcharé otra vez pero eso no será muy lejano, no cuando mi única intención es extender las marcas y sucursales de mis empresas en diferentes rubros, dar un rápido y superficial chequeo en las demás empresas ya establecidas aquí y una vez todo en orden poder regresarme a Estados Unidos con la mente tranquila para poder comenzar con los preparativos de mi boda la cual tampoco está muy lejana de llegar a la fecha propuesta.

No me molesto en cambiar mi bata de seda blanca para bajar las escaleras y dirigirme al comedor donde ya debería estar desayunando mi familia pues a pesar de ser apenas las siete y media de la mañana, para ellos ya es tarde. El cambio brusco de luz que se produce al ingresar al lugar con paredes reemplazadas por ventanales de vidrio blindado provoca que cubra mis ojos con el dorso de mi brazo con rapidez para luego oír más carcajadas de las que esperaba oír tan temprano y con las punzadas que hay taladrando mi cabeza.

—La cruda golpea fuerte, pobrecita de mi fotocopia—Suspiro estando de acuerdo con Serafín, no recuerdo específicamente cuando fue la última vez que tome tanto alcohol como lo hice la tarde y noche de ayer, volver a estar en México ya esta dejando sus huellas nuevamente en mí.

Con mis manos y mis ojos cerrados busco a tientas una silla libre, la que según mi madre siempre permaneció vacía y en el mismo lugar que yo ocupaba cuando vivía aquí, una vez la encuentro tomo asiento y sin dudar recuesto mi cabeza en el hombro de Serafín, o en quien yo creía que era, siempre ocupó un espacio a mi izquierda pero el fuerte aroma a una colonia masculina invade mis fosas nasales y estoy segura que ese estilo de perfumes mi hermano no utiliza.

—Oye Sera. ¿Por qué cambiaste tu perfume? Sabes que te lo escogí yo porque es mi favorito—Me es inevitable no hacer un puchero y masajear mi sien—Este no me gusta—La risa de mi mellizo muy lejos de mi lugar provoca que me ponga en alerta. Si él esta lejos, este no es su perfume, entonces ¿Sobre quien estoy?

Por primera vez abro mis ojos de forma desmesurada y me siento recta en mi silla temiendo a ver a cualquier otra persona que no sea Yesenia o Serafín, y con el fuerte aroma masculino del perfume no creo que sean del gusto de mi hermana, antes de voltearme a ver a la persona que está sentada a mi lado. La respiración se me atora cuando diviso quien realmente es y las palabras se escurren de mi boca.

A Veces | Iván Guzmán| TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora