No sabía exactamente en qué momento la noche que estaba siendo totalmente alegre, celebrando una bienvenida, se transformó en una velada con música lenta, donde los mayores bailaban por algún lugar del salón, las pequeñas niñas dormían plácidamente absortas al sonido mientras que nosotros, los más jóvenes, nos divertíamos con las anécdotas que contaban Alfredo u Ovidio a la vez que jugábamos a las cartas.
-Yo apuesto mi Rolex.-Marco dejó el objeto arriba de la mesa bajo la atenta mirada de mi padre que venía del brazo de mi madre.
Deshice el agarre de la mano de Iván con la mía por debajo de la mesa cuando mis padres se pararon detrás de nosotros, con las manos de mi padre sobre los hombros del hombre a mi lado, y las de mi madre sobre los míos.
Papá se estiró hasta susurrarle algo a Iván quien asintió y se reincorporó. Cuando les lancé una mirada curiosa, mamá me sonrió tranquilizándome y fueron a sentarse a sus lugares.
-¿Pues acompañarme un momento?-Sin contenerme, mis ojos fueron a la boca de Iván al tenerlo tan cerca y verlo pasar su lengua por ellos. Acepté ya que la curiosidad me había estado comiendo por dentro pero ignoré su mano extendida mientras me levantaba de la silla.
Mientras salíamos del salón, la mano de Iván fue a mi espalda baja, casi a mi trasero guiándome hacia dónde ir. El bellísimo kiosco de madera enviado a decorar por mí para que las pequeñas niñas tuvieran su espacio estilo princesa. Antes de terminar de subir los escalones, mi instinto me hizo darme la vuelta subiendo dos escalones para así quedar a su altura, instantáneamente sus manos fueron a mi cintura de forma protectora. Acaricié su cuello con mis pulgares y junté nuestras bocas en un beso tierno, lento y suave. Aunque me costara admitirlo, verlo tan bien vestido, atento a sus hermanas, a que su padre se sintiera a gusto, compartiendo en familia tan feliz y siendo tan él me había echo desear besarlo y abrazarlo una y otra vez, aferrarlo a mí y nunca más dejarlo ir, volver a ser esos dos chiquillos ilusos con la fantasía de vivir en un cuento, enfrascado en sólo nosotros y nada más.
Tragué con fuerza intentando calmarme, dejar ir esos pensamientos cursis y estúpidos que de nada nos servían.
Iván me atrajo hacia él una vez más besándome de una forma más salvaje y necesitada, dejándome sin aliento ni ganas de pensar en algo más, queriendo concentrarme en la caricia que su boca me daba y en los sentimientos que un simple beso me transmitía. Extrañamente, ese beso no fue como cualquier otro, fue uno de esos donde dejas de usar los labios y das espacio a que el corazón se exprese, un beso donde desearías que todo se detenga para poder quedarte, vivir y morir allí, sintiendo y viviendo esta sensación.
Si por cosas del destino un día tú y yo nos despedimos. Ay, yo no sé que comería, o de qué me reiría. Porque el mundo sin ti no me lo imagino.
Con confusión observé que la banda que anteriormente tocaba en la palapa, ahora estaba detrás del kiosco.
-Ven.-Susurró Iván tomándome por mi mano derecha mientras que con la otra tomaba un par de rosas rojas atadas por un lazo rosa. Mi cuerpo quedó inmóvil cuando noté lo que había detrás del kiosko y de la banda que tocaba una bellísima canción suavemente.-Luego le prestas atención a eso, ahora enfócate en mí.-Con una leve sonrisa aparté mi vista del helicóptero rosa y me giré cuando sentí una caricia en mi mejilla. Era Iván pasando los pétalos de la rosa.
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A Veces | Iván Guzmán| TERMINADA
Fanfiction-A veces te amo, a veces te odio. Pero cuando te odio, es porque te amo.-Sentenció el hombre dejándose llevar por todos aquellos sentimientos que se habían contenido por tanto tiempo y terminó con los pocos centímetros que había entre ellos sellando...