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Mi corazón dio un brinco cuando sentí la caricia de nuestros labios rozándose al igual que nuestras lenguas, jugando entre ellas y mezclandose con nuestros sabores, el mío seguramente del Tecate Light que había bebido y del suyo, de su cigarrillo ...

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Mi corazón dio un brinco cuando sentí la caricia de nuestros labios rozándose al igual que nuestras lenguas, jugando entre ellas y mezclandose con nuestros sabores, el mío seguramente del Tecate Light que había bebido y del suyo, de su cigarrillo que seguramente se había perdido en el agua y la mezcla de las bebidas que había ingerido.
Bajé una de mis manos a su cuello, rodeándolo y acariciándolo cuando por fin mi espalda tocó el yate otra vez dando soporte y más roce entre nuestros cuerpos, mientras que la otra la hundí en su cabello acercando su rostro al mío, como si eso fuera posible. Sin dejar de besarnos, de acariciarnos, de volver a sentirnos.

-¡Atenea! ¡Iván! ¡Debemos irnos ya! ¿Dónde están?-Rápidamente nuestras bocas se separaron cuando la voz de Alfredo se oyó a la salida de la cabina del barco, en el inicio de la popa.

Pestañee y tragué saliva con fuerza intentando hacer el más mínimo ruido posible. Tiré mi cabeza hacia atrás y enredando mis uá en las cadenas de oro blanco de Iván atraje hacia mí, quedando paralelos al ate y sin ninguna posibilidad de ser vistos.

Me removí incómoda deseando que todo esto ya pasara y pudiera hacer como si nada había sucedido cuando sentí las cosquillas y hormigueos placenteros en mi cuello, producidos por sus besos y mordidas en la suave piel sensible de aquella zona.

-No hagas eso.-Susurré sin dejar de apoyar mi cabeza en el barco ni quitar la suya de aquel escondite, acariciando el cabello de su nuca, indebidamente disfrutando de aquel gesto. Los excitantes sonidos que hacían sus labios cuando besaba y lamía mi piel me mantenía en mis cabales y en la tensa situación de estar a nada de ser descubiertos por su hermano.

-¡Atenea! ¡Iván!

-¡Estoy nadando Alfredo, ya voy!

-¿Dónde estás? ¿Viste a Iván? ¿Están juntos?

Jalé de su cabello con mi mano derecha separándolo de mí y apoyé la izquierda en su pectoral. 

Sus labios estaban rojos, hinchados y uno de ellos entre sus dientes, con una sonrisa arrogante y satisfecha al igual que su postura, ahora sosteniéndome por mi cintura.

Dudosa sin saber cómo actuar, me separé de él dejándolo atrás y nadando hacia la popa donde Alfredo estaba cruzado de brazos, estiró uno de ellos tendiéndome su mano y una vez ya arriba, acepté la toalla que me ofrecía.

-¿Por qué me ves así?-Dije secando mi cuerpo, concentrada nada más que en eso hasta que sus manos me detuvieron y me tomaron por mi mentón.-¿Qué sucede?

-Tienes los labios hinchados, la ropa de Iván está tirada y mojada en mis pies, tienes ronchas rojas en tu cuello y hay un cigarro en el suelo aún prendido en el suelo. ¿Me crees tonto?-Su seriedad me hizo sentir por demás nerviosa, incómoda e intimidada, deseando hacer una pataleta y que todo se solucionara de forma fácil. Aún no sabía ni cómo sentirme acerca de lo que había sucedido como para enfrentar a Alfredo. Sus ojos se abrieron desmensuradamente viendo algo detrás de mí, y por el sonido del agua podía deducir que Iván había salido de su escondite, dando la cara.-¿Ya puedo llamarte cuñada y decirle a Vicente que ustedes volvieron? ¡También debo contarle a Ovidio que gané la apuesta! No sabes lo feliz que me hace que seas tu la vieja de mi carnal y no la Gatia esa.-Alfredo cruzó un brazo debajo de su codo dolando su muñeca com una vieja chismosa, susurrándonos a nosotros.

A Veces | Iván Guzmán| TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora