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Tomé asiento en el sillón de cuero blanco que estaba frente al escritorio de papá y me dediqué a intentar comprender a qué se debía tanto misterio

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Tomé asiento en el sillón de cuero blanco que estaba frente al escritorio de papá y me dediqué a intentar comprender a qué se debía tanto misterio. Aclaré mi garganta y me estiré hacia adelante para tomar el marco con una foto familiar en la alocada fiesta de dieciocho años de Serafín.

-Te seré directo, princesa.-Dejé el cuadro donde estaba y me senté correctamente.-No quiero que te vayas.

-Hay tantas cosas que yo no quiero y sin embargo debo soportarlas igual, papá.

Él sonrió apoyando su mentón sobre su brazo arriba del escritorio mientras que en su otra mano sostenía una pequeña caja negra.-Siempre debes tener la última palabra ¿verdad? nunca cambias.

-Soy tu hija-Sonreí afirmando lo que anteriormente había dicho y extendiendo mi mano para tomar lo que me entregaba.

-Quiero que nunca te quites esto, tiene más valor del que crees y considero necesario que tu al igual que todos nosotros, lo tengas.-Asentí examinando el interior de la pequeña caja, un delicado collar plateado con una pequeña piedra de zafiro a juego con un anillo.-Iván corrió a Katia de aquí y tu sabes que por respeto a tus hermanos, a ti y a tu madre yo jamás la traía a aquí. 

-¿Iván? Me dijo que fuiste tu-Respondí extrañada pero de igual modo le resté importancia-¿Qué quieres decirme con eso?

-No veo razón para que te vayas, princesa. Ya te pedí perdón por hacer que te retuvieran el día de tu discusión con tu herm...

-La bastarda.-Lo interrumpí.-Y no es sólo por eso papá, debo seguir con mis negocios en Culiacán, estoy muy atrasada en eso y en un mes me regreso a Estados Unidos.

-No princesa.-El tono de mi padre salió con la súplica envolviéndolo, al igual que sus ojos y la expresión con la que me vio.

-¿Cómo que te vas?-El sillón rechinó cuando me di la vuelta para ver a quien estaba oyendo nuestra conversación, tan privada e íntima que sólo Ovidio era capaz de oírla e interrumpirla.-No, tu no te puedes ir de aquí.-Con un puchero en sus labios se acercó a mí y envolvió mi cabeza contra sus brazos abrazándome y sentándose sobre mis piernas.

-Ovidio bájate de mi niña.

-Ay déjalo papá.-Lo recriminé abrazando al Guzmán menor y enterrando mi cabeza en sus costillas produnciéndole cosquillas.-Tengo mi vida y mis negocios allá, no puedo quedarme aquí.

-Al menos quédate en la casa este mes.-Negué sintiendo mi corazón tentarse, pero si quería adelantar mis negocios y la entrada de dinero debía encargarme por mí misma y personalmente.

-Ovidio sal de arriba de mi hija, último aviso.

Bufando y quejándose por lo bajo dejó un beso en mi cabeza oyéndose el golpe de la palma de la mano de mi padre impactar contra la madera del escritorio haciendo ahora sí, levantar a Ovidio.

A Veces | Iván Guzmán| TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora