Iván
Dejé de lado la radio al momento de oír el motor de una troca estacionarse fuera de la mansión y caminé hasta la sala para esperar la entrada triunfal que siempre adoraba hacer cada vez que se presentaba a un lugar la berrinchuda Zambada, alias, Atenea. Aunque en vez de la pequeña mujer de preciosas y perfectas curvas, cabello hasta su cintura y de la estatura de un gnomo, apareció uno de mis hombres quitándome de mi ensoñación bruscamente.
-¿Tu qué haces aquí? ¿Y Atenea? Más te vale que me la hayas traído cabrón.
-La muchacha está en la troca patrón, pero se durmió a mitad del viaje y usted nos dijo que no le pusiera un dedo enc...
-Sé perfectamente lo que te dije.
Comencé a caminar a la salida de la casa pasando por delante de un espejo sin prestarle mayor atención, sin embargo, por algún motivo volví sobre mis pasos y revisé mi reflejo en él. Pasé mis manos hacia atrás acomodando mi cabello, el cuello de mi camisa y arremangué las mangas dejando al descubierto mis pulsera y reloj. Una vez con una apariencia decente, volví a caminar hacia la salida hasta llegar a la parte trasera de la camioneta.
Con cuidado de no despertar a la mujer, abrí la puerta lentamente y dudé por unos segundos examinando las diferentes reacciones que podría tener si se despertaba mientras la cargaba en mis brazos, pero por más que le molestara, no podría dejarla durmiendo en la incomodidad de los asientos traseros.
Pasé mis brazos por debajo de sus piernas y su cintura, arrastrándola hacia mi cuerpo y luego cargándola como una princesa, o Diosa como decía yo que era sólo para molestarla.
Una sonrisa inesperada apreció por mi rostro al recordar cualquiera de las situaciones en las que se enfada por lo más mínimo, como un apodo por ejemplo y su ceño se frunce, entrecierra sus ojos rasgados escondiendo todo el brillo e inocencia que en ellos carga, eleva siempre su ceja derecha porque es la única que saber mover si frunce el ceño y se cruza de brazos por debajo de sus perfectos pechos recargando el peso de su cuerpo en una pierna, todo eso mientras piensa y rebusca lo que dirá para contradecir o terminar siempre con la última palabra.
Pasando de largo en la sala, la llevé hasta mi cuarto y la recosté sobre mi cama delicadamente sin interrumpir o molestar su sueño. Sabía a la perfección que desde que se había mudado al edificio al lado de uno de mis sitios de trabajo, ella no había podido descansar correctamente, les había prohibido a mis hombres molestar y hacer un revuelo innecesario, pero no podía quitarle sus noches de festejo en mi ausencia.
Quité los mechones de cabello que ocultaban las facciones de su rostro, acariciando con las yemas de mis dedos su suave piel bronceada. Casi me caigo del borde de la cama por el susto que me produjo el que se moviera tan repentinamente llevando sus manos a un costado de su rostro y poniendo su cuerpo de lado dejando a la vista la curva de su pequeña cintura, pasé saliva por mis labios intentando controlar mi respiración y no tentarme a pasar mis dedos por esa parte de su cuerpo descubierta.
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A Veces | Iván Guzmán| TERMINADA
أدب الهواة-A veces te amo, a veces te odio. Pero cuando te odio, es porque te amo.-Sentenció el hombre dejándose llevar por todos aquellos sentimientos que se habían contenido por tanto tiempo y terminó con los pocos centímetros que había entre ellos sellando...