-A veces te amo, a veces te odio. Pero cuando te odio, es porque te amo.-Sentenció el hombre dejándose llevar por todos aquellos sentimientos que se habían contenido por tanto tiempo y terminó con los pocos centímetros que había entre ellos sellando...
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Último capítulo | Final
Iván volvió a mi lado en la camilla con su rostro totalmente pálido tras estar observando como el doctor que había llevado mi embarazo me hacía un tacto nuevamente para saber cuántos centímetros había dilatado en ésta última hora.
Doce horas eran las que llevábamos en este cuarto de hospital, sintiendo las contracciones y como mi cuerpo se preparaba para hacer que mis bebés llegaran a este mundo.
—Muy bien Atenea, necesito que cuando llegue el momento de pujar lo hagas sin gritar, sólo te estás esforzando el doble y sin necesidad.
—¡¿Cómo quiere que no grite si hay dos bebés intentando salir por mi vagina?! ¡Y ustedes morritos, uno a la vez! ¡Uno a la vez chingadísima madre!—Dejé caer mi cabeza sintiendo otra contracción.
—No ha dilatado nada—Le dijo el doctor a una de las enfermeras— Atenea me temo que tendrás un parto por cesárea.—Abrí mis ojos desmesuradamente pero no objeté nada, muy a mi pesar y contra mis miedos, en estos momentos lo que más me interesa es la buena salud de mis niñitos.
Iván besó mi frente cuando volvimos a estar solos tras haber firmado una hoja dando mi consentimiento para éste proceso quirúrgico.
—Todo saldrá bien mi amor.—Me susurró él con sus labios aún en mi frente.
Cerré mis ojos y llevé una de mis manos para acariciar su mentón y la barba de pocos días que tenía, cerrando mis ojos e intentando tranquilizarme haciéndome el pensamiento de que dentro de poco podría cargar en mis brazos a mis bebés, la espera poco a poco llegaba a su fin y eso es lo único que aún me mantiene aquí firme.
(...)
Mordí mis labios evitando cerrar mis ojos pero apretando con fuerza la mano de Iván al sentir extraños movimientos en, literalmente, el interior de mi cuerpo y nada agradables como sentir a mis bebés moverse, sino un extraño movimiento mucho más fuerte, los médicos y enfermeras trabajando para que Ares y Apolo por fin estuvieran conmigo.
—Nació el primer varoncito.—Me anunció una de las enfermeras limpiando un pequeño bultito entre sus brazos, estuve atenta a escuchar su llanto y cuando lo hice rompí en llanto yo también, peor a diferencia de mi hijo, de felicidad y alivio de saber que está bien.—¿Cómo se llamará este príncipe?—Preguntó mientras lo dejaba sobre mi pecho y cuando por fin pude tocarlo, tomarlo entre mis brazos y ver su carita me sentí estar en la mismísima gloria. Ninguna otra sensación se podía comparar con la que estaba sintiendo ahora con mi primer hijo en brazos. Iván respondió por "Apolo Joaquín" y besé su cabecita antes de que se lo pasaran a él. Con mis brazo vacíos, mi pecho descubierto pero una enorme emoción y alegría contenida en él, sequé mis ojos cuando vi como traían a otro bebé y repetían el proceso.
