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El sol comenzaba a salir por lo que la fiesta se acabaría pronto y las personas comenzaban a dispersarse, era mí momento de actuar

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El sol comenzaba a salir por lo que la fiesta se acabaría pronto y las personas comenzaban a dispersarse, era mí momento de actuar.

-Mamá ¿Será que me prestas la cabaña de al lado a la que están usando los Chapitos?-Alejandrina me vio confundida dejando de conversar con Tania.

-Tu ya tienes tu cuarto ¿Para qué quieres la cabaña?

-No la quiero, la necesito, me urge ¿Entiendes?-Elevé y bajé mis casi que perfectas cejas maquilladas, un par de veces, intentando dar a entender que hablaba con doble sentido.

-Tu papá me matará si se entera que te di permiso, Atenea.-No sólo papá querrá matarte, pensé. Estaba segura que se le uniría su perro faldero listo para fastidiarme y acusarme.

-¿Y cómo se enterará? De mí no saldrá, la mansión está lejos de las cabañas, vamos mamá.-Hice un leve puchero tomando una de sus manos perfectamente cuidadas y adornadas por los anillos y pulseras de oro y diamantes más caros que se podrían conseguir.

Ella suspiró asintiendo, hice un leve festejo mientras la abrazaba y besaba su frente.

-Pero pobre de nosotras en que tu apá se entere.-Besé mi dedo imitando un juramento-No es así, mensa.-Rodé los ojos y luego de agradecerle volví, bajo la atenta y fulminante mirada de Iván, a la mesa donde Gerardo y sus músicos, descansaban y disfrutaban de la fiesta, la música y el alcohol.

-¿Todo bien, guapa?-Le brindé una sonrisa cálido y pasé mi brazo por sus hombros, recargándome contra él y aceptando que sus manos me acariciaran la cintura y espalda.-¿No seré hombre muerto luego de esto?-Bromeó muy cerca de mi rostro.

Mordí mi labio en un intento de parecer sexy y acaricié su barba con mi dedo índice, sabiendo a la perfección, que los Chapitos a la lejanía nos observaban.-¿Estamos haciendo algo malo?-Susurré con mis ojos perdidos en su boca. Una sonrisa se formó en ella y su agarre aumentó.

Reí y festejé para mis adentros, a pesar de estar intentando hacer rabiar y sacar de sus casillas de los Guzmán, los deseos y pensamientos de adolescente con hormonas alocadas que había tenido desde que Gerardo recién se daba a conocer en este negocio, hace ocho años atrás, no habían desaparecido, ni aunque hubiese tenido una relación estable entre medio.

Al momento de notar como Katia salía de la mano con Iván, supe que debía apresurarme antes de que se marcharan de la hacienda.

-¿Me acompañas a buscar un abrigo?-Fue la primer excusa que se me vino a la mente, claramente, con segundas intenciones. Él sonrió travieso mordiéndose su labio, comprendiendo a la primera a lo que me refería el cochino. Les dijo algo al oído a sus músicos mientras yo lo esperaba a la salida del salón, viendo como para mi suerte, la encimosa de la bastarda iba con Iván por el sendero que se dirigía a las cabañas. 

Relajé mi cuello y tomé una inspiración profunda, esto sería aun mejor de lo que creía.

-¿Vamos, preciosa?-Sonreí dándome la vuelta. Sorpresivamente, apenas hacerlo, sentí los labios de Gerardo sobre los míos.

A Veces | Iván Guzmán| TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora