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-Alfredo abrió sus ojos como platos y rápidamente tomó el pomo de la puerta dejando solo un espacio para su cabeza con sus ojos cerrados-Luego me dicen que no sucedió nada, que fue un error y que yo sea el cuidadoso con mis palabras, pero ustedes ...

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-Alfredo abrió sus ojos como platos y rápidamente tomó el pomo de la puerta dejando solo un espacio para su cabeza con sus ojos cerrados-Luego me dicen que no sucedió nada, que fue un error y que yo sea el cuidadoso con mis palabras, pero ustedes solitos se exponen a hacer el delicioso con la puerta sin trabar y gritando.-Tras dar su sermón, por fin cerró la puerta marchándose por fin.

Respiré con mi espalda sobre el colchón y mi vista fija en el techo blanco con detalles en beige, sin quitar mi mano de mi boca.

-Eres un pendejo.-Dije cuando por fin dejó de retorcerse y se acostó de lado, viéndome con concentración, detalladamente y en silencio, podía ver de reojo y sentir su mirada puesta en mí sin esforzarme mucho.

Mi sangre se heló cuando sentí sus dedos recorrer la piel bronceada que mi top rosado dejaba al descubierto.

-¿Te gusta mucho el rosa cierto? Además de que pareces la pantera rosa, siempre algo traes puesto con ese color-Asentí sin verlo, dejando que sus dedos hicieran dibujos en mi vientre, queriendo ver de qué es capaz y con qué fin Iván hacía toda esta farsa de besarme. 

-¿Por qué haces todo esto?-Pregunté sin poder contenerme, sin poder controlar mi cuerpo una vez más.-¿No crees que es muy cliché eso de enamorar a la muchacha para retenerla en un lugar? Que mágicamente ella se arrepienta, cambie de opinión y todos felices, en este caso, en el Cartel.

Una risa sin humor fue lo que recibí de él, no mas ni menos que eso, una risa sin quitar su mano estirada en mi vientre plano.

-¿Esto también es operado?

-No me cambies de tema.

-Porque vives tragando, nunca engordas, no haces gym y siempre te ves como una diosa.

-No vas a derretirme con ¿halagos?-Quité su pesado brazo de encima de mí para sentarme en la cama.-Respóndeme a lo que te pregunté Ivan.

-No es halago, Diosita. Te estoy diciendo, indirectamente, que dejes de tragar y beber porque nos quedaremos sin víveres.-Abrí mi boca ofendida.-Mentira si estás bien guapa.

-Vete a la v...

-¡No seas grosera!-Gritó pegándome con su almohadón directamente en la cara. Ya fuera de quicio me levanté de la cama, tomé el primer trapo que encontré por ahí y lo coloqué en mi cuello de forma casual tapando cualquier rastro de chupón.-¿Puedes dejar de robarte mis camisas? Luego ni me las regresas.

-Se las doy de juguete a Nina, ni te creas que me interesan usar esas piltrafas.

Me apuré a salir del cuarto y llegar al mío sin cruzarme con nadie en el camino.
Una vez en la tranquilidad de aquellas cuatro paredes, cerré la puerta con traba y me tiré con desgano sobre la cama, cayendo a peso muerto boa abajo.

Suspiré una vez más por Iván. Que no quisiera responder aquella pregunta sólo me afirmaba que lo que yo decía e insinuaba, era cierto. Y se me hacía por demás extraño que mi padre permitiera aquello, ya que sería que Iván volviera a jugar conmigo, y conociendo a mi padre, él ni siquiera permitiría que se me acercara. Debía hablar con él apenas llegue, además de preguntarle sobre el asunto de la bastarda porque ninguna manera dejaría que Katia entre al Cartel. ¡Muchísimo menos en mi reemplazo y a la par de Iván! Dos pendejos cargando con semejante responsabilidad, no podría soportar aquel cargo de conciencia de pensar qué diría Don Joaquín al ver que todo su imperio, creado con sus propias manos y sudor, se hacía pedazos por una bastarda a la que le tocó apadrinar por lástima, y bueno, el pendejo del hijo que con ese ya no tenía opción, pobre señor Joaquín.

A Veces | Iván Guzmán| TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora