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-¡Una bala que salga y te vuelo la cabeza yo también!-Grité sacando de detrás de los almohadones el arma que Iván me había regalado, a pesar de que me doliera hacerle ésto a mi padre, no iba a dejar que le hiciera algo así a mi novio

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-¡Una bala que salga y te vuelo la cabeza yo también!-Grité sacando de detrás de los almohadones el arma que Iván me había regalado, a pesar de que me doliera hacerle ésto a mi padre, no iba a dejar que le hiciera algo así a mi novio.

-No serías capaz de hacerme algo así. ¿Me crees pendejo?

-Tal vez mi hija no, pero yo sí.-Antes de que pudiera reaccionar, mi madre le disparó en la cabeza a los hombres que sostenían a mi padre y yo me abalancé sobre él como un acto instintivo por si decidía detonar el arma.

Ismael pudo quitarme de su espalda con facilidad, sin embargo cometí el grave error de querer desarmarlo comenzando a forcejear con el cañón apuntándome.

-¡Ismael deja de hacer estas estupideces!-Oí decir a mi madre. Al mismo tiempo, tres disparos resonaron en el cuarto y una extraña sensación que desconocía, acompañó a un dolor agudo en mi vientre.

Un picor en mi garganta me hizo toser al mismo momento que todo parecía comenzar a suceder en cámara lenta. Mi padre y yo cayendo de rodillas al suelo, sangre manchando sus dientes y un sabor metálico invadiendo mi boca, ninguno cerraba sus ojos ni soltábamos nuestras manos, tampoco teníamos el valor de mirar nuestro cuerpo porque sabíamos lo que había ocurrido.

Ovidio, que había entrado con mi madre, le había disparado al mismo momento que el tiro que había preparado in seguro para Iván, acabó en mi estómago.

-¡¡Atenea!! ¡¡Mi amor!!-El grito de Iván, que pareció desgarrar su garganta, fue el detonante en mí. El dolor de la bala que había ingresado a mi cuerpo se extendió hasta en los puntos más pequeños de mí y recién pude bajar mi mirada. Viendo mis piernas manchadas en sangre y lentamente perdiendo el sentido de la vista.

-¡Eres un imbécil, Ismael!-Cuando cerré mis ojos, dejándome caer en los brazos de Iván, cuatro balazos más resonaron en el departamento, haciendo que mi oídos pitaran y mi cuerpo temblara, o tal vez era en consecuencia a la sangre que se escapaba de mí.

-Mi amor aguanta por favor, abre tus ojitos princesa.-Hice lo que él me rogó a la vez que se ponía de pie llevándome en sus brazos dándole órdenes a su hermano.

Intenté estar despierta el mayor tiempo que pude, el dolor me hacía cerrar en puños mis manos y entumecer mis piernas, pestañeé con fuerza cuando me subieron a la parte trasera del carro de forma descuidada y apresurada.

Cuando Iván comenzó a ejercer presión en mi herida, el dolor me sumió en una especie de nube de la cual no podía salir por más que quisiera, mi presión se estaba bajando pero no estaba dispuesta a dejar de dar pelea, no tan rápido.

(...)

Iván

Dejar ir a mi princesa en esa camilla, por ese pasillo sobrio y solitario, me había roto por dentro. Cada vez que sus párpados se cerraban sentía como el alma se iba de mi, sentir como la temperatura abandonaba su cuerpo al igual que su color, ver que la bala no había salido de ella sino que se había establecido en su organismo, me daban ganas de querer regresarme al departamento y acabar con su padre con mis propias manos, no sin antes hacerlo sufrir por idiota, pero estaba seguro que con los seis pinches balazos que le habían dado entre Alejandrina, mi suegra y Ovidio, habían sido suficiente.

A Veces | Iván Guzmán| TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora