5. Entrenamiento con un experto

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Cristal

Christopher y yo entramos a la sala de entrenamientos de mi academia y me miró confundido porque no tenía idea que hacíamos aquí. 

— No todos los días se tiene la oportunidad de practicar con un creador — dije lanzando mi abrigo a una mesa. 

— ¿Estás segura? — me miró con una sonrisa arrogante, una que no había visto antes.

— De seguro tus habilidades están oxidadas, ya que tu vampirismo te permite hacer todo. 

— No creo que seas tan buena — dijo encogiéndose de hombros, como si no le importase.

— ¿Ves lo rápido que evolucionó Camille y lo bien que se defendía? 

— Sí.

— ¿Quién crees que la ayudó a entrenar múltiples veces? 

— Me haces recordar al arrogante y desagradable de Ulises — rio y tomó una de las espadas de la mesa.

— ¿El creador de mi familia?

— Aja — dijo.

— Hay una sola condición para que entrenemos juntos — tomé otra espada y me puse un par de metros frente a él.

— ¿Cuál?

— No puedes ocupar tus habilidades de vampiro —dije sonriendo —. No sería justo.

— Trato hecho.

Alcé la espada hacia en frente al igual que uno de mis pies y me puse en posición. Con un rápido movimiento, hizo chocar su arma con la mía, haciendo que casi se escapara de mis manos.

— ¡Dije sin habilidades de vampiro! — me quejé. 

— No ocupé mi fuerza de vampiro.

— No se notó.

— Todo va en la habilidad y en la posición que pones la espada. No tiene nada que ver con la fuerza.

Esta vez fui yo quien golpeó, pero apenas y pude tocarlo porque él se hizo hacia atrás en un solo paso. Me acerqué más y empezamos a luchar, espada contra espada. Era realmente bueno y ágil y con cada movimiento que hacía, quedaba claro que había entrenado por mucho tiempo. 

Con un solo movimiento de su brazo, dejo la punta frente a mi cuello y me detuve.

— Y estás muerta — dijo sonriendo. 

Sonreí y respiré profundamente. Me alejé tan solo un poco y de una sola patada arrojé su espada lejos y esta vez fui yo quien dejó la punta de la mía en su cuello.

— ¿Olvidaste que las piernas también se ocupan? 

Rio divertido y dijo:

— Alguien debió entrenarte bien.

— Mi padre — me encogí de hombros —. Es uno de los mejores que conozco. Mamá me dijo que era muy solicitado por la guardia cuando joven. 

— Genial — dijo el mientras iba a buscar la espada y la dejaba en la mesa. 

Apoyó ambas manos en ella y dio un gran suspiro, pero claramente no era de cansancio.

— ¿Qué sucede? — me acerqué a él y dejé la espada al lado de la otra.

— Había olvidado lo que se sentía ser parte de todo esto.

— Insisto en que deberías hablarlo con los directores.

— No quiero llevarme una decepción — esbozó una sonrisa —. Además, no puedo dejar sola a Mia.

Los Caídos #3 - Ángeles caídosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora