Los Caídos #3 - Ángeles caídos

13. El demonio que no muere

Cristal

Había pasado todo el día con Blas haciendo trabajos que debíamos entregar y quedé agotada. Necesitaba un respiro y relajarme, así que después de ir a cenar, salí a la parte de atrás de la academia. 

Quería ir hasta la lápida simbólica de Camille, pero había un chico allí mirando concentradamente hacia abajo. Me acerqué hasta allá para ver de quién se trataba, pero jamás lo había visto. 

— ¿Hola? — dije.

Él volteó rápidamente y me miró nervioso.

— Hola — volvió a mirar el cuadrado de mármol en el suelo —. ¿La conocías?

— ¿Quién eres? — lo miré atentamente y solo podía apreciar sus largas pestañas. 

Claramente era nuevo porque todos los miembros de la academia son notificados cuando alguien muere y si él no lo sabía, significa que no era de aquí.

— Soy Oliver. Vengo de las academias de Matiana.

— Oh, papá me contó de ti. Llegaste con él — sonreí —. Soy Cristal.

— Un gusto Cristal.

Ambos nos quedamos callados mirando la lápida falsa.

— Era mi amiga — dije triste.

— Lo siento mucho.

— Ella murió hace más de tres meses y jamás encontramos su cuerpo, así que hicimos esto para honrarla. 

— Eso es terrible — dijo incómodo.

— Papá me contó el motivo por el cual viniste hasta aquí, ¿ya te asignaron un entrenador?

— Sí, es un chico de mi familia. La verdad, es un tanto arrogante, pero creo que es bueno en lo que hace.

— ¿Cómo se llama? Tal vez lo conozco.

— Adam y tiene un hermano llamado Tristán y su hermana, Jasmine, es la representante de generación.

Reí un poco y dije:

— Son mis amigos.

— ¿De verdad? — preguntó —. Conoces a Adam más que yo, ¿cómo es él? ¿Es de confiar?

Dejé de lado algunos problemas que hubieron con él, como el tema de Sabrina, e intenté ser objetiva.

— Es buena persona y si lo sabes llevar, hasta pueden ser amigos. Ahora, si me preguntas acerca de su entrenamiento como nefilim, diría que es uno de los mejores. Además, sabe mucho. 

— Mi tía me dijo lo mismo.

— ¿Tu tía? ¿Conocía a Adam?

— Es la directora de los Evans — se rascó la nuca nervioso y a la vez incómodo.

— Genial — sonreí —. Ella es muy amable.

— Mas o menos. No nos llevamos del todo bien.

— Oh, lo siento — dije y me acerqué a quitar las flores marchitas de la lápida de Camille —. Debo irme, pero fue un gusto conocerte.

— Igualmente, Cristal — sonrió un poco.

Entré a la academia rápidamente y me topé con Julietta, quien iba directo a las celdas a ver a su hija. Ninguna de las dos dijo nada y seguimos nuestro camino. Sé que no le caigo del todo bien por lo que le hice a Sabrina y ella a mi tampoco, así que no es un problema para mi.

Golpeé la puerta de uno de los salones de clases y entré inmediatamente.

— ¿Qué pasa, Cristal? —preguntó mi madre.