68. Una manera de despedirme

1.3K 192 61
                                    

Cuando entré a la academia, lo primero que hice fue registrar mis datos nuevamente y después fui a la habitación de armas a dejar todo lo que antes tomé, excepto el arco porque lo dejé tirado en el teatro. Esperaba y rezaba que los chicos lo trajeran, pero sino, ya fue un arma perdida. No podría hacer nada.

Subí hasta mi habitación para darme un baño y cambiarme de ropa y luego fui a la habitación secreta de Julietta. Todo lucía igual, excepto que ahora estaba muy limpio y ningún poco de polvo había.

Arrastré una silla hasta la ventana y me senté allí para distraerme con el paisaje. Aproveché de enviar un mensaje para decirle a Cristal que estaba bien y que ya estaba en la academia, pero que no quería que me molestaran porque necesitaba estar sola. 

De verdad quería estar sola porque sentía que no podría controlarme y contaría todo lo del demonio a cualquiera que viniera a verme y esa no era una opción. 

Estuve tanto tiempo ahí que ni siquiera me di cuenta cuando me quedé dormida. Me dolía el cuerpo por la pelea con los demonios y también el cuello por la mala posición al dormir. Ya estaba amaneciendo y el sol comenzaba a salir poco a poco a la distancia. Lo primero que vino a mi cabeza fue el demonio y alguna posible manera de matarlo, pero nada se me ocurrió. Ya no tenía esperanzas de derrotarlo porque era muy poderoso. La única manera era si me iba con él y lo ayudaba, pero me daba miedo. Además, no sabía cómo podría dejar que la supuesta oscuridad me invadiera porque no tenía control de eso.

Aún así estaba dispuesta a intentarlo aunque tuviera que hacer cosas de las cuales me arrepentiría más tarde. No pediría ayudaba a nadie porque de ser así debería pedirle al demonio, a Sabrina o alguna otra criatura que no soportaba. El demonio dijo que me estaba haciendo esto yo misma y quizás si cambiaba un poco la manera en que me comportaba, podría dejar que esa oscuridad me invadiera. 

—Hola —dijo alguien en voz baja.

Miré hacia la puerta y vi a Daniel mirándome muy preocupado. Entró en silencio y se sentó en el sofá que estaba frente a mi.

Ni siquiera imaginé como supo que había despertado, sobretodo porque era tan temprano. Supongo que solo fue una coincidencia.

—¿Llegaste ahora? —pregunté.

—Estuve abajo toda la noche, pero no quería agobiarte —respondió—. Ahora vine a ver cómo estabas, pero no pensé que estabas despierta.

—Estoy bien —dije mirando nuevamente hacia la ventana.

—¿Segura? —preguntó—. Sé que algo pasa.

—Cien porciento segura.

—Traje algo para ti.

Fruncí el ceño confundida porque no podía imaginar que podría haberme traído, especialmente porque no tenía nada en sus manos. De su bolsillo sacó una bola de cristal con una flor dentro. Sin embargo, no tenía nieve falsa dentro, sino que pequeños trozos de brillo que brillaban cuando movía el objeto.

La tomé entre mis manos y la observé con atención, pensando en Daniel y nada más.

—Fue un premio que gané en el parque de diversiones una vez que fui con Blas. Él intentaba hacerme sentir mejor después de que supuestamente moriste.

—¿Lo elegiste porque te gustó?

—Me recordó a ti. La flor dentro tan delicada y vulnerable, pero con un caparazón que es capaz de detener a cualquiera.

—¿Yo soy así?

—La guardé con la esperanza de que algún día volverías —dijo sin responder mi pregunta.

Los Caídos #3 - Ángeles caídosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora