75. Felicidad

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Declan

Jamás, ni en los últimos miles de años, había sentido aquella sensación cuando el supuesto portal se creó y nos dejó en la nada. Me desmayé o eso fue lo que yo creí porque en menos de un minuto, abrí mis ojos y me encontré en un largo pasillo totalmente negro, el cual tenía muchas lineas de colores en la parte de arriba. Era como si en lugar de techo, tuviera el mismísimo cielo estrellado, pero con lineas en lugar de estrellas.

—¿Qué rayos es este lugar? —preguntó Mia. 

Miré a todos los demás, pero ninguno de ellos sabía donde estábamos.

—Cuando rescatamos a la alianza y yo vine a nuestra dimensión, no lucía así. Era como estar en el recinto de las academias. Había cielo, tierra y todo lo que te puedas imaginar, pero jamás esto —dijo Camille mientras miraba hacia arriba.

Oliver, quien miraba todo atentamente, comenzó a pasearse por el pasillo que parecía no tener fin. De pronto, muchas puertas comenzaron a aparecer a lo largo de ambas paredes y él se detuvo frente a una. Aquellas puertas eran de color café brillante. De hecho, parecían más una especie de portal que una puerta, pero la forma era rectangular y más solida. No se veía nada a través de ellas y tenían los bordes algo distorsionados.

—¿Qué crees que sea? —pregunté a Oliver.

—O es Mia o Camille —respondió.

—¿Por qué? —preguntaron ellas al mismo tiempo.

—Por lo que Camille nos contó de las distintas dimensiones, cada vez que se cambia algo del pasado, se crea una nueva—dijo.

Recordaba haber explicado eso a Camille y Davina.

—Claro, cada vez que cambias algo del pasado, se crean más y más dimensiones. Deben haber millones de dimensiones —expliqué.

—Y por Mia puede ser porque ella ve la dimensión de los muertos. Sea lo que sea, aquí hay más de un lugar —dijo Oliver.

—¿Cómo es eso posible? —preguntó Cristal—. Siempre fue un solo lugar.

—No lo sé —respondió Oliver—. Ni siquiera estoy seguro de que sea por las chicas.

—¿Qué hacemos? —pregunté.

—Ir a la puerta que les llame la atención—dijo Oliver encogiéndose de hombros.

Él se quedó frente a la que había encontrado y supuse que aquella le llamó mucho la atención. El resto nos separamos y distribuimos a lo largo del pasillo hasta que cada uno se quedó frente a una puerta. En la que tenía frente a mi, vi una palabra que se desvaneció en el aire: felicidad.

—A la cuenta de tres, cruzamos todos —dijo Camille.

—Uno —dijo Cristal.

—Dos —dijo Camille.

—Tres —dijimos todos.

Metí un pie y sentí que la puerta me tragó por completo dejándome en total silencio y oscuridad.

—¿Chicos? —pregunté.

Mi voz hizo eco y nadie respondió. Miré en todas las direcciones, pero no había absolutamente nada allí que me indicara qué hacer. Debo decir que era algo desesperante, pero tampoco iba a gritar como loco si nadie iba a venir por mi, así que esperé pacientemente.

Volteé cuando una pequeña luz a la distancia brilló fuertemente y cada vez que me acercaba a ella, se hacía más grande. Cuando estuve a tan solo unos pasos de distancia, miré con cuidado lo que había al otro lado que era básicamente un callejón. Crucé sin pensarlo, ya que debía ir a algún lugar para buscar a alguno de mis hermanos. 

Los Caídos #3 - Ángeles caídosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora