18. Cómo matar un demonio

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Adam

Anoche me había acostado muy tarde porque Will tenía otra pista respecto al demonio y quería hablar de eso. El día en que conoció a Oliver también vino a hablarme de las pistas que había conseguido, lo cual me pareció extraño. A pesar de que le había costado mucho trabajo conseguirlas, no tenían sentido alguno.  Dijo que el demonio era solitario y que no tenía lideres o seguidores. Trabajaba solo y quería llevar a cabo algún plan, pero eso era algo obvio. 

En conclusión, dormí muy poco porque me dormí tarde y alguien golpeó insistentemente la puerta de mi habitación para despertarme. Al principio pensé que estaba soñando, pero no; los golpes eran reales y quise matar a quién estuviera del otro lado.

— Es muy temprano — grité con voz ronca.

Con un ojo abierto miré el reloj en mi mesa de noche y eran las siete de la mañana. Realmente debía levantarme a las seis treinta para comenzar con las actividades del día, pero quería dormir un poco más. 

Me levanté lentamente intentando no tropezar y fui a abrir la puerta. La verdad no imaginé quien pudiera buscarme tan temprano hasta que vi a Oliver parado frente a mi más fresco que una lechuga.

— ¿Qué pasó?  — restregué mis ojos e intenté abrirlos bien. 

— Dijiste que a las siete entrenaríamos.

Tapé mi boca para bostezar y hice un ruido de queja. 

¿Por qué acepté entrenarlo? No debí, me arrepiento completamente.

— Si no fuera tu entrenador, ya te hubiese mandado lejos de aquí. 

— ¿Vamos a ir o no? — preguntó.

— ¿Te parece si vamos a comer algo y luego entrenamos?

— Obviamente.

— Espérame en el comedor. Iré en diez minutos.

Oliver rodó los ojos y yo cerré la puerta frente a él. Si quería ser pesado, entonces yo también lo sería. 

En menos de diez minutos me arreglé y tendí la cama. Dejé la ventana un poco abierta antes de irme y bajé al comedor. Tomé la bandeja con el desayuno y busqué a Oliver con la mirada entre todas esas personas. A esta hora estaba más lleno de lo normal y no me gustaba mucho si soy sincero. 

Enarqué una ceja cuando lo vi sentado frente a una chica de cabello rizado, mientras reían animadamente. Se supone que estaba aquí para entrenar y no para coquetear con las chicas de la academia. Sin embargo, entendía que debía hacer sus propios amigos.

Dejé la bandeja en la mesa y me senté a su lado. Noté la incomodidad de Oliver y me pareció gracioso, pero seguí serio como siempre.

— Hay tantas mesas en este enorme comedor — dijo cuando se dio cuenta que yo no diría una palabra. 

Fijé mi mirada en él y asentí lentamente.

— ¿Ahora te molesta que me siente con ustedes? — dije y luego miré a la chica —. ¿A ti te molesta?

— Claro que no — dijo ella sonriendo. 

Fingí una sonrisa en su dirección y ella se sonrojó un poco. Reí para mis adentros y seguí tomando mi desayuno. Escuché a Oliver suspirar profundamente, pero no lo tomé en cuenta.

— Debo irme. Nos vemos más tarde, Oliver — la chica se puso de pie y tomó la bandeja —. Adiós, Adam.

Ni siquiera la recordaba, pero de igual manera me despedí moviendo mi mano de un lado a otro ligeramente.

Los Caídos #3 - Ángeles caídosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora