32. Hecho surrealista

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Atalana 1835

Davina, Ash, Declan y yo ibamos de vuelta a la ciudad, específicamente al escondite de el caído porque estaríamos seguros de que nadie nos espiaría allí. Todavía faltaban algunas horas para llevar a cabo nuestro plan, así que el hechicero tendría la oportunidad de poder planificar bien el hechizo y también de ver bien como funcionaba mi poder.

Mientras caminábamos, me puse a jugar con un hilo de la capa, enrollandolo en mis dedos constantemente. Estaba cansada de caminar tanto y la garganta la sentía un poco seca, pero traté de que eso no me molestara en absoluto. Sentía las mejillas y la nariz heladas producto del frío viento que nos rodeaba y las manos ya casi no las sentía. 

Davina y Ash iban delante nosotros y hablaban de no se qué cosas, pero se veían muy cómodos juntos. Se supone que al hechicero no le gustaba la realeza, sin embargo, parece estar disfrutando la conversación que mantiene con la mismísima reina.

— ¿Estás cansada? — preguntó Declan, quien iba a mi lado.

— Solo un poco — dije y noté que me tiritó un poco el mentón por el frío.

— Ten — me extendió una botella con agua que consiguió cuando quiso ir a comprar comida.

Abrí la botella inmediatamente y tomé apresurada siento aquella frescura y alivio totalmente.

— Gracias — dije devolviéndole la botella.

La verdad, había decidido que no haría un portal porque debía guardar fuerzas para cuando hiciéramos el hechizo, ya que no sabía en cuanto tiempo más comenzaría a sentirme débil.

— No fue tan mala idea ir por comida después de todo — dijo riendo un poco.

— Absolutamente no. Me retracto — reí —. Oye.

— Dime — dijo tomando una piedra del suelo para jugar con ella entre sus manos.

— Si el plan funciona, ¿aún podrás ver lo de las páginas? — pregunté.

— Tú sabes si el plan funcionará, ¿no es así? — entrecerró los ojos.

— Sí, pero no puedo decírtelo. 

— No sé si pueda ver lo de las páginas dentro de la ciudad, así que debemos hallar una manera de comunicarnos si el plan funciona y tú vuelves a tu época en dado momento.

— Mejor preocupemosnos de una cosa a la vez — dije.

— Eso es lo más acertado que he escuchado de ti, querida amiga.

— ¿Ahora somos amigos? — fingí sorpresa.

— ¿Vas a decirme que después de todo lo que hemos pasado juntos, que no es mucho por cierto, no consideras que somos amigos? 

— No sabemos casi nada del otro, Declan.

— No es necesario — dijo —. Creo que eres genial, tu crees que yo lo soy y congeniamos bien entre los tres con Davina.

Reí de sus ocurrencias y le di un golpe en el brazo.

— Me gusta tu optimismo, deberías darme clases acerca de cómo desarrollarlo.

Ambos reímos divertidos y continuamos nuestro viaje hasta la ciudad.

Lo que nos encontramos allá no fue nada agradable de ver, especialmente para Davina quien se quedó paralizada mirando todo lo que sucedía. Algunos edificios y tiendas estaban quemándose completamente y se escuchaban gritos desde dentro. El cielo, aunque era de noche, seguía teniendo un color rojo, pero más brillante que nunca y los demonios que habían estado allí todo el día bajaron para atacar a las personas que andaban en las calles.

Los Caídos #3 - Ángeles caídosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora