42. Absorción

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Adam

Ya estábamos por el lado oeste del cementerio y también habíamos saltado la enorme reja sin mucho esfuerzo. Makarius fue el primero en pasar, luego Davina, después Kenneth y finalmente yo. La verdad me sentía algo extraño porque ninguno de nosotros eramos amigos como tal y no había tanta confianza; sin embargo, era agradable estar con ellos.

De hecho, pensé que Kenneth y yo chocaríamos porque tenemos personalidades parecidas, pero fue todo lo contrario. Parece que pensábamos parecido y eso facilitaba las cosas para ponernos de acuerdo en lo que sea.

—Ustedes, que son expertos en demonios, ¿creen que haya más de uno aquí? —preguntó Kenneth.

—No soy para nada experta en demonios —dijo Davina en voz baja.

Ninguno de los presentes sabíamos cuál era su historia o que cosas había presenciado, pero si ha vivido tantos años, ha de tener algo de experiencia. Aunque, si ha vivido gran parte de su vida en Atalana que está protegida de lo sobrenatural, supongo que es obvio no ser un experto en el asunto.

—No siento nada —dije encogiéndome de hombros.

—Porque están ocultos —añadió Makarius—. Además, este lugar los ayuda a esconder su esencia.

—Entonces, tú sí puedes sentirlos —dijo Kenneth.

Makarius asintió, pero no dijo nada más.

Los cuatro seguimos paseándonos por el cementerio, pero no vimos nada inusual. Obviamente no era agradable estar en este lugar de noche porque da miedo, pero en circunstancias como estas, lo único que importaba era encontrar a Nick y tener cuidado de que el demonio no nos pillase. 

Por el rabillo del ojo, vi que una sombra negra pasó corriendo, pero no pude distinguir bien qué era. Lo primero que hice fue detenerme de inmediato y sacar la espada que había traído. Después de eso, me fijé en que los chicos me miraban confundidos, especialmente Davina y Kenneth.

—Un demonio —dijo Makarius.

—Pero no con forma humana —comenté mirando a mi alrededor.

De un momento a otro, la sombra que vi antes apareció frente a nosotros; sin embargo, traía mucha compañía. Eran criaturas pequeñas, de unos  veinte centímetros de alto, pero era consciente que los pequeños podían llegar a ser los más letales.

El primero que corrió hacia nosotros fue atrapado por Makarius, quien podía tomarlos con sus propias manos, ya que no le hacían mayor daño. En cambio, el resto de nosotros tenía que ocupar alguna otra cosa para defendernos. 

—Toma magia de mi —dije a Kenneth.

Él frunció el ceño y noté su incomodidad, así que no insistí. Si prefería luchar mano a mano, no podía negarselo. 

—Traje mi propia cuchilla —dijo mostrándome el objeto.

—Pero no mataran a estos —dije apuntando a todos los pequeñines que estaban frente a nosotros. 

—Cristal le puso un poco de su sangre —comentó él.

—¿Por qué no se mueven? —preguntó Davina sorprendida al ver a los demonios.

—Porque estos demonios son traviesos y esperan que uno los ataque.

—¿Qué pasa si no los atacamos? —dijo ella mirándome.

—En cuanto volteemos, se lanzarán sobre nosotros.

Fui hacia todos ellos para que corrieran y se dispersaran por todos lados. Lo que más gracia me causaba era que se reían y también burlaban mientras arrancaban. Cuando estuve cerca de uno, lo atravesé con espada y se esfumó inmediatamente. 

Los Caídos #3 - Ángeles caídosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora