Atalana 1835
A medida que caminábamos por el largo pasillo del palacio, todas las personas que habían allí — en su mayoría asistentes, sirvientes y demás — hacían reverencias a la reina quien sonreía ampliamente. Yo iba a su lado muy nerviosa por todas aquellas miradas de extrañeza que me daban, realmente odiaba que las personas me miraran.
Subimos unas enormes escaleras de cemento hasta el segundo piso y nos dirigimos hasta el final del pasillo donde había una habitación con sillones de madera acolchados y cubiertos con una tela roja brillante. Habían candelabros por todos lados y estaban llenos de velas derretidas.
¿De verdad solo se alumbran con solo velas? Creo que no estaba preparada para todo esto.
En las paredes habían retratos de mujeres y hombres que no conocía, pero claramente eran pinturas. Las enormes ventanas iban desde el techo hasta el suelo y estaban cubiertas por unas gruesas cortinas del mismo color de la tela del sillón.
Al fondo había un escritorio enorme de color café oscuro y encima había unos artefactos que no distinguía del todo bien desde aquí.
— Esta era la habitación de mi difunto padre — dijo Davina, quitándose el extraño adorno que tenía en la cabeza.
Una chica que vestía un vestido largo y negro se acercó y la ayudó a quitarse el resto de accesorios que llevaba puesto.
— ¿La habitación? — pregunté confundida porque no había ninguna cama aquí.
— Parte de la habitación — corrigió y apuntó una puerta tras ellas—. ¿Qué usaras para la fiesta, querida? Tendré que prestarte alguna de mis cosas.
— En realidad, venía con el disfraz puesto — sonreí forzadamente.
Ella y su asistente, o como sea que la llamen, me miraron sorprendidas.
— Que costumbres tan raras tienen en su ciudad, Adelaide. Aquí viajamos con distinta vestimenta y al llegar a casa la cambiamos — sonrió ampliamente —. ¿Podría mostrarnos?
Tragué duro y las miré nerviosa. Quité el nudo que le hice a las tiras de la capa y la dejé caer al suelo. Ellas me miraron aún más sorprendidas, analizándome por completo.
— Que atrevido — dijo su madre entrando a la habitación.
Claramente le disgustaba mi presencia.
— ¿Atrevido? — Davina miró a su madre —. Es maravilloso, madre. Rompe todos los estereotipos que existen en este país. Quien diría que vería a una mujer vestida como un cazador.
— ¿Cómo un cazador? — miré mi ropa rápidamente y luego a ellas.
— Los cazadores de animales salvajes suelen ocupar ropa de ese estilo — explicó ella.
Y claro que mataba como los cazadores, pero feos y mal olientes demonios.
— Oh — dije —. Me pareció que sería buena idea, pero si les molesta puedo cambiarme.
— Es perfecto así, Adelaide — dijo Davina.
— ¿Te das cuenta que los hombres la miraran indebidamente, Davina?
¿Esto era indebido para la época? ¿Una chaqueta cerrada hasta el cuello, unos jeans negros ajustados y un par de botas largas? Me imagino que a la señora le daría ataque si me ve con un vestido corto.
— Madre, los hombres miraran así a cualquier mujer, incluso si visten una brillante armadura. Además, ha de ser muy cómodo vestir así.
— Lo es — sonreí y la madre me miró mal.
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Los Caídos #3 - Ángeles caídos
FantasyEl mundo de la raza de los Caídos se viene abajo por la muerte de una importante miembro. Sus amigos y familiares están devastados por los recientes acontecimientos y la comunidad entera lamenta su muerte. Luego del trágico hecho, la verdad de toda...