71. Portal al infierno

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Makarius

No había tenido tiempo de ver a Eric o a los demás porque me habían dado horas extras en la tienda y ya hasta me habían dejado a cargo. Akiko y Vea, la dueña y su hija, se fueron hace unos días de viaje a visitar a su familia y desde entonces he estado aquí solo. Eric ha tenido algunas complicaciones en la escuela y sin él, poca comunicación tengo con su hermano o amigos.

La verdad me gustaba trabajar porque me distraía mucho de todo el lío de ser un demonio y como las personas no sabían lo que soy, no me juzgaban con la mirada cada vez que me veían.

El día había estado tranquilo y los pocos clientes que entraron solo miraron, pero no compraron. De todas maneras, intenté ser amables e intenté convencerlos de comprar algo, pero aún no soy muy bueno en eso. 

Todo esto me había servido mucho para estar en contacto con los humanos y pensé que tal vez mi madre estaría orgullosa de mi donde sea que ella esté. 

—Buenos días —dijo un hombre al entrar.

Me pareció curiosa su manera de saludar tan natural porque era como si me hubiese visto cada día y nos conociéramos de siempre, sin embargo, nunca en la vida lo había visto. Se notaba que era serio, pero tenía una sonrisa traviesa, mientras miraba algunas cosas en uno de los estantes.

—Buenos días —respondí sonriente—, ¿en qué puedo ayudarlo?

—Estoy buscando un recuerdo para mi nieto. —Hizo un gesto con la mano como si indicara todo frente a él.

—Oh, por supuesto —dije sonriendo—. ¿Qué edad tiene?

—Cinco años —respondió.

—Estoy seguro que a un niño de cinco años le gustaría algo del estante de acá. —Salí de detrás del mostrador y fui hasta uno de los estantes donde él me siguió—. Aquí hay diversos juegos para niños pequeños. Puede ser un puzzle, una cuerda para saltar o lo que más le llame la atención.

—¿Si tuvieras cinca años qué elegirías? —preguntó mirándome por primera vez.

Su pregunta me cayó como un balde de agua fría porque recuerdo muy poco de mi infancia, sin embargo, no podía decirle eso y todo lo que me ha pasado. En su lugar, solo pensé en lo que me gustaría ahora a pesar de tener tantos años.

—Definitivamente el puzzle. —Saqué la caja del estante y sonreí.

—Entonces eso llevaré —dijo.

Volví al mostrador para ingresar el producto y luego envolverlo en papel de regalo. Él me pagó con un billete y me dijo que me dejase el cambio; sin embargo, no acepté porque va contra de las reglas.

—Al menos déjame invitarte a comer algo. ¿A qué hora tienes libre?

—No sé si deba.

—Vamos, así me puedes ayudar porque estoy algo perdido y la tecnología no me sienta muy bien —dijo sonriendo.

—Está bien —respondí—. Termino en una hora.

—Estaré esperando en el parque de enfrente.

—Claro. Hasta luego.

Sonrió nuevamente, tomó el paquete y salió de allí. Me pareció algo extraño su insistencia, pero me serviría para conocer a más personas. Además, ¿qué peligro correría un demonio como yo con un humano? 

La hora se pasó tan lento que comencé a impacientarme mucho, pero intenté distraerme mientras limpiaba. Cuando ya faltaban diez minutos para mi hora libre, me saqué la gorra, me cambié la camiseta y salí del local no sin antes dejar bien cerrado. 

Los Caídos #3 - Ángeles caídosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora