34. Creadores originales

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Apenas estuvimos del otro lado, sentí que respiré nuevamente y mi cuerpo se sintió más fuerte de inmediato. Aquí también era de noche, pero estaba todo muy claro por la luna brillante sobre nosotros. 

Me dolían las mejillas de tanto sonreír por la felicidad que sentía en aquel momento. Esto comprobaba una vez más que yo pertenecía a este lugar y que no podría cambiarlo por nada en el mundo.

— ¡Al fin dejaré de usar esos incómodos vestidos! — grité feliz.

Adam me miró extraño, pero rio divertido por mi reacción.

— Camille — dijo alguien a mi espalda.

Volteé inmediatamente y Declan me miraba feliz, pero con sus lindos ojos brillosos. Se veía exactamente igual, excepto que lucía más moderno con los pantalones de mezclilla color negro  y la chaqueta marrón que usaba. Su peinado era más desordenado ahora, pero el color de su cabello no ha cambiado ni un solo poco. 

Sé que lo había visto hace un par de minutos, pero para él han sido más de cien años de espera para ver a su vieja amiga.

— Declan — dije sonriendo.

Corrí hasta allá y me colgué como un koala a él. Me abrazó inmediatamente y dio un par de vueltas.

— Te extrañé, niña loca — dijo riendo.

Su risa ronca me causó diversión, así que reí también. 

— ¿Has estado bien? ¿Has sabido de Davina? — pregunté bajándome.

— Todo bien. Ella no se ha despegado de mi desde esa noche — sonrió.

— Me alegra que se tuvieran para apoyarse.

Una persona que no vi antes por la emoción del momento me llamó y supe de inmediato que era Clemente por el tono de su voz. Un calor me invadió el pecho y quise llorar con todas las ganas posibles.

— Camille — dijo él.

Las lagrimas rodaron por mis mejillas sin aviso y me acerqué lentamente. Aún tenía mis aprensiones por todo lo que había pasado, pero no podía estar enojada toda la vida, mucho menos ahora que tenía una nueva oportunidad de seguir viviendola.

— Hola — dije con voz aguda porque fue lo único que salió.

— ¿Se conocen? —preguntó Declan. 

— Claro que sí, es su papá — dijo Adam obvio.

La cara de Declan fue un digna de una foto para enmarcarla y colgarla en mi habitación. Sé que me invadiría con preguntas, pero eso debía quedar para otro momento o tal vez le preguntaría a Clemente y así yo me despreocupaba de aquel asunto. 

Pasé mis brazos por la cintura de Clemente y ambos nos abrazamos. Me dio un par de besos en la frente y escuché como su respiración se agitó un poco producto de las lagrimas. 

— Perdón por todo el daño que te he causado, Camille — dijo con la voz cortada —. Estoy muy arrepentido.

— También perdóname porque de igual manera te he dañado.

— Tienes el perdón ganado desde que naciste — me dio otro beso en la frente y yo sonreí encantada. 

Me separé de un solo jalón y él me miró confundido y dolido porque quisiera alejarme de él por algún motivo; pero no, había algo importante que hacer.

— Las hojas — dije mirando a Declan —. Debemos ir por las hojas.

Me puse la capucha de la capa que aún tenía puesta porque sentí un frió muy extraño en mi cabeza.

Los Caídos #3 - Ángeles caídosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora