20. Cicatrices

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Atalana 1835

Traté de explicarle de manera general a Davina lo que sucedía, pero omití el hecho de que yo era nefilim y que venía del futuro. Ella me contó que jamás había visto criaturas así y que sintió mucho miedo por eso al igual que sus damas. 

Le pedí que no le contase a nadie, pero desafortunadamente su madre escuchó toda la conversación y se puso furiosa por las historias que estaba inventando según dijo ella. Sin embargo, había algo en su actuar que dejaba en evidencia que estaba nerviosa y que algo ocultaba.

— ¿Mi padre tenía algo que ver con esas horribles criaturas? — Davina se dirigió a Adelia.

— Claro que no. No que yo supiera.

— ¿Entonces cómo pude entrar esa cosa acá? ¿Qué quería?

— No sé, Davina. Sé lo mismo que tú, así que deja de interrogarme.

— ¿Qué haré si vuelve? ¿Cómo protegeremos a todos? ¿Qué pasa si vienen muchos más y atacan el pueblo? —la chica, asustada, se acercó a mi.

— La alianza que te mencioné protege a los humanos de este tipo de cosas, así que no debes preocuparte.

— ¿Y si viene por mi? — abrió sus ojos de par en par.

— Te protegeré, ¿si? No tengas miedo.

— ¿Dónde aprendiste tanto? ¿Cómo puedes ser tan valiente? ¿Perteneces a esa alianza?

— Es una larga historia — dije sin darle mucha importancia.

— ¿Puedes ser mi protectora o algo parecido?

Su voz sonaba tan temerosa y sus ojos estaban aguados, pero no parecía tener intensión de llorar. 

— ¿En serio?

— Sí y de la ciudad. No puedo dejar que mi pueblo esté en un peligro como este.

 — No podré sola. Si realmente quieres a tu pueblo a salvo, debemos averiguar que quiere ese demonio y si ha venido antes hasta acá. 

— ¿Cómo haremos eso? 

— Davina — Adelia se acercó a su hija pero ella la interrumpió.

— ¡Callate, madre! — gritó —. ¿No ves que esto es una emergencia? Es de vida o muerte.

— Calmate, Davina, por favor.

Miré a una y luego a la otra y quise que la tierra me tragara. Ver peleas de padres e hijos era realmente incómodo cuando no se trataba de mis amigos, especialmente de Mia y Christopher. 

— No puedo estar tranquila. ¿Crees que soy un ser insensible como tú?

— Si no te calmas, no te contaré mi secreto — Adelia se sentó en el sofá de tela roja y Davina, con una mirada asesina en sus ojos, se sentó a su lado.

— ¿Eres como esas criaturas? ¿Eso quiere decir que soy como ellos?

— ¿Qué? — su madre hizo una mueca —. No, claro que no.

—¿Entonces?

— Esa alianza de la que habla esta niña — me apuntó — es real y como dijo ella, son descendientes de los ángeles caídos al igual que tú y tus hermanas. 

Eso tenía mucho sentido porque probablemente ella notó que yo era nefilim, sin embargo, yo no pude notarlo ni de ella ni de Davina o sus hermanas. 

— ¿Qué estás diciendo? — gritó la chica y se puso de pie.

— Eres nefilim, pero no perteneces a la alianza. Eres una no clasificado como llaman ellos. 

Los Caídos #3 - Ángeles caídosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora