59.2 Furia y venganza

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Desaparecí de allí antes de que los demás llegaran por mi porque lo que menos quería ahora era verlos y sentir que podía dañarlos de alguna manera a pesar de que la luz negra ya no estaba. Entré a la academia de los Night, esperando que nadie me viera. Por suerte, ninguno de los directores estaba allí, así que supongo que estaban teniendo su propia reunión personal.

Bajé a las celdas y en mi camino vi a algunos prisioneros que me miraron de la mala gana, pero no dijeron nada. Suspiré profundamente y fui hasta donde estaba el guardia frente a una puerta de seguridad.

—Necesito verla —dije.

—Solo familia directa —dijo.

—Soy su hermana.

—Una gota de sangre en ese recipiente de cobre. Si se evapora, eres familiar y si se queda allí, no lo eres.

—¿Cómo se supone que funciona algo así?

—Con magia. 

—¿Por qué de pronto todo el mundo en este lugar ocupa magia?

—Necesitamos más protección de la necesaria.

—Lo que digas. —Bufé.

Me acerqué hasta el recipiente de cobre que estaba sobre una pequeña mesa de vidrio y vi que a su lado había una aguja muy afilada con la que pinché mi dedo ligeramente. Después dejé caer la gota de sangre en el recipiente y pareció como si hirviera para luego evaporarse.

—Te lo dije —dije obvia.

—Adelante —dijo abriendo la puerta para dejarme entrar.

Una vez dentro, la puerta se cerró tras de mi provocando un molesto ruido. Toda aquella celda era muy tétrica. De hecho, parecía que estuviera en algún manicomio en lugar de una prisión. Las paredes eran totalmente blancas al igual que el piso y frente a mi había una enorme pared de vidrio. Del otro lado, Sabrina estaba sentada con los ojos cerrados.

—Te dije que no quería ver a nadie, papá —dijo abriendo los ojos.

Me miró sorprendida y sonrió burlonamente, sin embargo, no se movió ni tan solo un poco de su asiento.

—Miren lo que trajo el gato —dijo fingiendo una sonrisa—. Me pregunto qué razones tiene mi hermanita para venir hasta aquí.

—Por más que me moleste decirlo, necesito tu ayuda.

La sonrisa de su cara desapareció, pero la curiosidad en su mirada era notable.

—Mira nada más, Cami. ¿Quién lo diría?

—¿Es posible que alguien te haga hacer algo malo?

Ella comenzó a reír, pero se detuvo cuando vio que hablaba en serio.

—¿Qué clase de pregunta es esa? 

—¿Si o no?

—Si hay chantaje, claro que sí.

—No me refiero a eso —dije fastidiada.

—No especificaste. 

—¿Hay posibilidad de que alguien influencie tus poderes con algo malo?

—No, tú siempre tendrás el control de ellos sea de buena o mala manera. La excepción está cuando el poder te controla a ti. 

—¿Osea que absolutamente nadie puede convertir mis poderes en algo malo?

—Claro que no —dijo enarcando una ceja—. ¿Por qué?

Me quedé en silencio y miré hacia otro lado porque no quería contarle lo que me había pasado; sin embargo, sentía que ella podía leerme a la perfección y no hablo de su poder de leer mentes, sino algo más.

Los Caídos #3 - Ángeles caídosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora