15. Iker

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Cristal

Mis padres se sentaron al borde de mi cama y yo tomé la silla de mi escritorio para ponerla frente a ellos. Me senté y los miré expectantes.

— ¿De qué querías hablar? —preguntó mamá.

— Algo ocultan y no quieren decirme — fui directo al grano porque no quería que se confundieran. 

Ellos volvieron a mirarse de la misma manera que en la enfermería y yo suspiré.

— Los secretos no son buenos y tarde o temprano salen a la luz. Si tienen la oportunidad de decirlo ahora, háganlo — dije. 

— Nosotros sabemos por qué esa espada brilla por ti — dijo papá.

Entrecerré los ojos y los miré confundida.

— ¿A qué te refieres? ¿Cómo podría esa espada brillar por mi?

— Porque te pertenece — mamá mordió su labio nerviosa y yo sentí que se me caería la mandíbula de la impresión.

Comencé a reír, pero ellos seguían serios, así que me callé. 

— ¿Mía? ¿Por qué sería mía?

— ¿Estás segura que quieres escuchar la historia?

— Claro que sí, papá. ¿Qué está pasando?

— Hace casi veinte años, tu madre y yo encontramos una canasta en la entrada del recinto cuando veníamos de una misión. Pensamos que podía ser algún tipo de bomba o alguna trampa y no queríamos acercarnos. 

— ¿Qué era? — pregunté cuando vi que no quiso hablar más.

— Íbamos a llamar a los demás, pero un llanto nos sorprendió por completo — dijo mamá sonriendo—. Me acerqué lo más rápido que pude porque obviamente era un bebé, así que levanté la manta que cubría la canasta y ahí estabas tú. Sentí tanta tristeza cuando te vi ahí sola que no dude en sacarte de aquella canasta y cargarte entre mis brazos.

Me senté derecha en la silla y los miré sin creer una palabra de lo que me estaban diciendo.

— Dentro de la canasta había una carta y al lado estaba la espada con piedras rojas — prosiguió papá —. Le explicamos todo a los directores y preguntamos si podíamos quedarnos contigo o adoptarte. Ellos aceptaron con la única condición de guardar la espada con las demás armas sagradas.

Sentí como se me formó un nudo en la garganta, pero intenté no llorar.

— La carta, ¿que decía la carta? ¿La tienen? 

— Tu madre la guardó para entregártela cuando estuvieras lista y supieras la verdad. 

Llevé mi mano a la boca y me quedé mirando el suelo. Estaba tan impresionada que las palabras no querían salir.

— De hecho, habían dos cartas. Una para ti y la otra para las personas que te encontraran. Aquella persona pedía que te cuidáramos y que no abriéramos la otra carta porque era para ti. También mencionó que la espada era tuya y que por nada del mundo debíamos perderla.

Mamá metió su mano al bolsillo de su abrigo y me entregó un sobre blanco con mi nombre escrito en él.

— ¿Ustedes no fueron los que escogieron mi nombre? — pregunté y ellos negaron.

— Perdónanos por jamás contarte, Cristal. Intentábamos protegerte — a papá se le escaparon algunas lagrimas y mi corazón se hizo pequeño.

Los Caídos #3 - Ángeles caídosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora