Tristán
Aquel extraño demonio tomó a Mia por el cuello levantándola del suelo. La expresión que tenía me hizo darme cuenta que tenía miedo, pero que también estaba muy enojada.
Iba a acercarme para ayudarla, pero con un solo gesto de su mano, me indicó que no lo hiciera.
— Necesito que grites para mi — el demonio habló por primera vez y su voz tan fría como el hielo hizo que sintiera algo extraño en mi cuerpo.
Mia extendió su mano hacia mi, indicándome que quería la cuchilla, así que sin mucho en que pensar, la lancé hacia ella. La tomó en un solo movimiento y cuando estuvo a punto de clavarla en el brazo del demonio, este se esfumó y Mia cayó al suelo, respirando exageradamente.
— ¿Qué diablos fue eso? — dijo mirándome sorprendida.
— Un demonio, pero jamás vi uno de su tipo.
— Era espantoso — dijo poniéndose de pie con mi ayuda —. Fue horrible lo que sentí de él.
— ¿Qué sentiste?
— Muerte y algo malvado —suspiró y se agachó para recoger la cuchilla, pero hizo una mueca y se alejó —. Me quemó.
— ¿Cómo iba a quemarte, Mia? — la miré totalmente confundido.
Tomé la cuchilla entre mis mis manos y la solté de inmediato porque era como si el ardor llegara hasta mis huesos.
— ¡Mierda! — grité —. ¿Cómo es posible?
— Ese demonio debe ser muy poderoso.
— Ni que lo digas.
Ella se sacó la bufanda que llevaba en el cuello y me la entregó para envolver la cuchilla en ella y que así no me quemara. La guardé con cuidado dentro de la chaqueta y emprendimos camino a la casa de los Bravhe.
Insistí en quedarme con ella para que no estuviera sola, pero dijo que estaría bien y que Christopher estaba en casa.
— ¿Estás segura? — dije mientras metía mis manos a los bolsillos de la chaqueta.
— Sí, Tristán. Ve a casa y averigua qué es ese demonio. Debes informar a los demás — sacó las llaves de su bolsillo y las hizo sonar.
Suspiré y la miré por un rato. No podía creer lo bonita que era, tanto de físico como su personalidad. Cuando se convirtió en vampiro, algo en mi me hizo alejarme por mucho tiempo como algún mecanismo de supervivencia. Sin embargo, cuando la vine a ver después de aquella noche en que Camille murió, supe que no podía verla así de mal porque la quería mucho. No mentía cuando le rogué a Isabella que no la matase aquella noche en que se convirtió.
— ¿En qué piensas tanto? — preguntó sonriente.
— En lo afortunado que soy de tenerte en mi vida.
Ella me miró tiernamente y se sonrojó un poco.
— Ven acá — dije atrayéndola hacia mi y la abracé.
Le di un par de besos en la frente y ella rio divertida.
— Yo también soy afortunada — dijo en voz baja.
Sonreí y la abracé un poco más.
— Oye — dije separándome —, quiero preguntarte algo.
— ¿Qué cosa? — dijo curiosa.
Sonreí nervioso y tragué duro. Jamás había hecho esto en mi vida, pero debía intentarlo.
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Los Caídos #3 - Ángeles caídos
FantasíaEl mundo de la raza de los Caídos se viene abajo por la muerte de una importante miembro. Sus amigos y familiares están devastados por los recientes acontecimientos y la comunidad entera lamenta su muerte. Luego del trágico hecho, la verdad de toda...