4. Mirada profunda

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Cristal

Después de que los chicos me dejaran en casa, me duché y cambié ropa porque no soportaba estar dos días seguidos así. Luego de eso, me decidí a hacer lo que tanto estaba evitando, pero que sabía que me haría bien. 

Bajé hasta las celdas y miré cada una de ellas, las cuales estaban vacías. Caminé por el largo pasillo hasta llegar a una puerta metálica en donde estaba el guardia. Tras esa puerta encerraban a los que creían más peligrosos y la persona que estaba allí lo era.

— Quiero verla — dije al guardia.

— Sabes que no puedes estar aquí, Cristal. 

— Por favor — supliqué —, será solo un rato.

— Tus padres me mataran si se enteran que te dejé entrar.

— Mis padres no lo sabrán, además, eres su amigo. Te perdonarán.

Me miró entrecerrando los ojos y finalmente accedió, abrió la puerta y se hizo a un lado. Entré rápidamente y él me dejó sola en aquel lugar.

Unos cuantos metros allá, había una pared de vidrio que me separaba de aquella horrible mujer. Aquella que creí matar cuando eramos niñas.  

Ella elevó la cabeza y me miró divertida.

— Cristal Night — dijo riendo.

— Sabrina Night — la miré enarcando una ceja.

— ¿Qué te trae por acá? — tomó un mechón de su ahora rubio cabello y lo tiró hacia atrás.

— Que me cuentes tu historia — dije cruzándome de brazos.

— ¿Mi historia? ¿Por qué?

— ¿De verdad odiabas tanto a Camille?

— Oh, esa niña tonta — dijo enojada —. Debí imaginar que por ella estabas aquí.

— Es mi amiga, ¿qué más imaginabas?

— Era tu amiga — me corrigió —. Sí, la odiaba mucho por todo lo que me quitó, pero ahora ya no está y tengo a nuestra madre solo para mi.

— A Julietta — dije —. ¿Ella ha venido?

— Claro que sí. Soy su hija — dijo sonriendo.

— Jamás podrás salir de este lugar — miré todo a mi alrededor —. Ellos piensan que pueden salvarte, pero no. Estás corroída por la maldad y tu alma es negra. 

— ¿De verdad? — preguntó pensando.

— Claro que sí — dije.

Ella rio y se acercó hasta estar frente a mi con tan solo el vidrio separándonos.

— Ya lo sé — dijo sonriendo — y eso te molesta mucho al igual que al tonto de Adam, ¿no?

— No sé lo que haya pasado entre ustedes, pero sí sé que te metiste con mi amiga y todos nosotros. La pagarás caro y créeme que este lugar es un privilegio en comparación de donde deberías estar realmente.

— Lamentablemente no es tu decisión —dijo fingiendo tristeza.

— ¡Por tu culpa mis amigos me odiaron por años! — exclamé enojada y le di un golpe al vidrio haciéndolo sonar —. Te intenté matar y créeme que no dudaré en hacerlo de nuevo.

Ella dio un paso hacia atrás y tragó duro. Había algo en sus ojos que reflejaban miedo o algo parecido, lo cual me sorprendió porque jamás imaginé que podría causar eso en ella.

Los Caídos #3 - Ángeles caídosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora