35. Reencuentros

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Poco antes de llegar a la entrada, abrí un portal y me lancé en él para llegar más rápido a mi habitación. Miré todo a mi alrededor con tristeza porque ninguna de mis cosas estaba allí, solo había una cama sin cubrecamas, mantas y sabanas. El escritorio estaba vació al igual que el armario y una capa fina de polvo cubría todo.

Sabía que alguno de los chicos o incluso Javier ha de haber guardado mis cosas, pero eso no me importaba ahora. Recuerdo que guardé las hojas en mi armario por mucho tiempo, pero había decidido cambiarlas de lugar en caso de que alguien las buscara. 

Levanté la alfombra que estaba puesta bajo el escritorio y levanté un pedazo de tabla del suelo que estaba suelta. Saqué la bolsa que estaba escondida allí y acomodé todo nuevamente. Miré dentro de la bolsa para verificar que las hojas seguían allí y llamé a Davina inmediatamente.

— ¿Declan? ¿Qué pasó? ¿Ya te encontraste con Camille?

— Soy yo — dije sonriendo —, debemos vernos en la frontera ahora mismo.

— Camille — su voz sonó sorprendida —, voy en camino. 

Ella cortó inmediatamente y me quedé mirando seria el celular entre mis manos porque esperé algún otro tipo de reacción de su parte; sin embargo, ella me había visto antes, excepto que era yo la que no sabía quién era ella.

Llegué inmediatamente y esperé un rato hasta que Davina llegara. Estaba muy nerviosa porque el demonio podía estar en cualquier lugar; también pensar en que la alianza no creyera nada de la historia de Declan me frustraba mucho. A veces no quedaba otra opción más que confiar, pero conociendo a los de mi clase, eso es muy difícil. 

Davina estacionó el auto a un costado de la calle y corrió hacia mi para abrazarme.

— Se siente tan bien que sepas quien soy — dijo riendo.

— Lo siento mucho por aquella vez. De verdad que fue muy extraño porque aún no te conocía.

— Ya tendremos tiempo para ponernos al día que sin duda nos tomará semanas porque han pasado 185 años — rio un poco —. ¿Dónde está Declan? ¿Por qué tienes su teléfono?

Le expliqué todo lo que había pasado y le entregué las bolsa con las hojas. Estarían a salvo de criaturas sobrenaturales y magia en Atalana por la barrera, así que me sentí aliviada.

— Aún no te quitas esa capa — dijo ella.

— La guardaré como una reliquia.

— Busqué a la familia que te ayudó porque debía ayudarlos también de alguna manera.

— Me alegro tanto, ellos fueron los primeros que me ayudaron al llegar allá y estaré eternamente agradecida por eso — dije con nostalgia.  

— Se pusieron muy triste al saber que te fuiste, pero estaban felices de haberte ayudado.

— Me alegro — sonreí de medio lado —. ¿La barrera aún funciona? La última vez que estuve en Atalana antes del viaje en el tiempo, funcionaba a la perfección.

— Totalmente — dijo ella —. Ash nos dijo que duraría tanto como Declan viviera. Luego le conté que nosotras también eramos inmortales, así que durará hasta que el último de nosotros tres muera.

— Ojala eso sea muchos años más — dije —. ¿Siguieron viéndose con Ash?

— Nos hicimos muy buenos amigos entre los tres. Tuvimos todo tipo de aventuras hasta que Ash envejeció y murió — por un momento se vio triste, pero luego remplazó todo aquello con una sonrisa —. . Fue muy triste la verdad, pero me quedo con los buenos recuerdos.

Los Caídos #3 - Ángeles caídosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora