6. Nieta

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Mia

Necesitaba la ayuda de Christopher para saber acerca de cómo podía controlarme al beber de alguien, pero cuando él llegó a casa, preferí no preguntar porque sabía que me diría que no.

Estos tres meses junto a él han sido diferentes, principalmente porque me la pasé encerrada y él iba a golpear mi puerta cada hora para preguntarme cómo estaba. No voy a mentir, estaba muy mal por lo de Cora y Camille. No tenía ganas ni siquiera de levantarme de la cama y así estuve como por un mes. Hasta pensé que moriría o disecaría porque no me alimentaba, pero para sobrevivir lo único que tomaba era una sola gota de sangre cada día y eso me mantuvo consciente la mayor parte del tiempo. Lo lamentaba por Blas y Clemente porque probablemente se sentían de lo peor, pero realmente no tenía ánimos.

Hasta que un día, hace aproximadamente dos meses, llegó Tristán a sacarme de este lugar. Desde entonces me he sentido mejor porque trato de distraerme al pasar tiempo con él.

— ¿Para qué me necesitabas? — dijo Christopher entrando furioso a la casa.

— ¡Ay, alguien está de buen humor! — dije riendo.

— No me molestes — me apuntó con él dedo —, tuve una estúpida conversación con el estúpido de Clemente. 

— Me imagino que no fue exactamente una conversación, ¿no?

— Ese desgraciado cree que puede llegar a mi así como si nada después de cientos de años.

— Tal vez quiere arreglar las cosas. Todos merecemos segundas oportunidades. 

— Si tu quieres darle una oportunidad, ese es tu problema. Es tu abuelo y no puedo prohibirte verlo porque no tienes culpa alguna, pero a mi no me obliguen a mantener contacto con él. 

Rodé los ojos y pensé en lo cabeza dura que era. A veces me sacaba de mis casillas, pero había aprendido que era mejor callar y no decirle nada, así que volví a mi habitación y ahí pase el día.

Cristal me había dicho que Clemente quería verme y no podía negarle algo como eso. Desde que Cora y Camille murieron aprendí que el rencor no era el mejor de mis aliados y que si de familia se trataba, debía aprovechar cada minuto.

Miré el anillo negro que llevaba puesto y le di un par de vueltas jugando con él, mientras esperaba a Clemente y a Cristal en Valu. El anillo se lo había sacado a Cora en su funeral para tener ese recuerdo de ella siempre conmigo y, de alguna manera, me reconfortaba.

Me sentía algo nerviosa por ver a Clemente a pesar de que lo vi aquel día en que todo pasó, pero había sido todo tan rápido que nunca tuvimos la oportunidad de conversar o decir aunque sea algo.

— Hola — dijo Cristal con los ojos algo llorosos al verme.

Me puse de pie y la abracé tan rápido como pude y la apreté con fuerza, pero no suficiente como para hacerle daño. La había extrañado y necesitado tanto que no quería despegarme nunca. 

— Te extrañé mucho — susurré.

— También yo — dijo mientras se separaba un poco —, pero tenemos tiempo suficiente para ponernos al día.

— Claro — sonreí.

Ella tomó asiento frente a mi, dejándome sola en la misión de hablar con Clemente, quien me miraba impaciente. 

— Hola, Clemente — sonreí amable.

— Hola — dijo en un suspiro.

Sentí la necesidad de abrazarlo a pesar de nunca haberlo visto antes, exceptuando aquella noche. Sin embargo, sería raro e incómodo, así que opté por estirar la mano. Él la tomó y la sacudimos un poco, pero de todos modos se sintió extraño y distante.

Los Caídos #3 - Ángeles caídosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora