81. Oscuridad

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Había una calle de lo que alguna vez fue cemento manchada de negro y sangre seca. No había absolutamente nada más que aquella calle rodeada de tierra y árboles quemados. Sobre mi, el cielo era de un rojo oscuro, lo cual me hizo recordar a la noche en que combatimos a Arturo porque el cielo era exactamente del mismo color.

No podía ver lo que había a la distancia porque había una pequeña colina por la cual atravesaba la misma larga calle. Caminé lentamente por ella, teniendo cuidado de cualquier criatura que pudiese atacarme. Para mi mala suerte, no había traído ningún arma, excepto por la cuchilla que siempre mantengo dentro de la bota.

Me preguntaba en qué lugares estarían los chicos y si serían lindos o no porque si estaban en un mundo como este, entonces les deseaba toda la suerte. Claramente aquí no encontraría absolutamente nada porque era como si la civilización entera se hubiese esfumado, lo cual me dejaba sin muchas opciones. ¿Cómo se supone que volvería sin nadie a mi lado? ¿Qué le diría a los demás?

Lo que me causaba curiosidad era que la puerta o portal que más llamó mi atención me trajera justamente a un lugar totalmente desértico. Lo unico que deseaba era poder encontrar algo rápido porque no quería perder más tiempo en un lugar como este. El demonio podía atacar en cualquier momento y si no estaba ahí presenté, me temía que cosas mucho peores sucederían.

Cuando al fin pude llegar a la cima de la pequeña colina, quité el cabello que tenía en mi cara producto del fuerte viento y miré hacia en frente. Pude ver algunas construcciones a lo lejos, iluminadas por focos de color amarillo. La última construcción que a mi parecer se veía grande incluso desde aquí parecía tener muchas habitaciones porque logré ver muchas ventanas iluminadas de color blanco.

Bajé a paso tranquilo para no cansarme más de lo necesario, ya que claramente no sería fácil encontrar agua o comida en caso de necesitarla. Ya casi llegaba a la entrada de la pequeña ciudad cuando alguien me empujó por la espalda, provocando que cayera de boca al suelo. Por suerte, puse mis manos antes de pegarme en la cara y me paré más rápido de lo que me creí posible. 

Una masa de color negro dio un salto sobre mi y cayó al otro lado, así que volteé de inmediato. Era un demonio un poco más alto que yo y parecía una especie de reptil gigante. Estaba de pie en dos patas, pero se equilibraba bien con su enorme cola escamosa y puntiaguda.

En las patas delanteras, noté que no tenía uñas y parecía que se las hubiese arrancado porque se le notaba la piel lastimada, mientras que sus patas traseras tenían unas uñas largas y puntiagudas que con una sola patada te podía dejar feas cicatrices.

Estiró su brazo para darme un golpe, pero me agaché y le di una patada en el costado de su abdomen. Sin embargo, no se movió ni un poquito. Sacó su lengua delgada y la movió rápidamente de un lado a otro, mientras que yo caminé hacia atrás para alejarme de él.

En un salto rápido, se lanzó sobre mi con sus manos directo a mi cuello, el cual comenzó a apretar fuertemente.

—Quiero que explote tu cabeza —dijo moviendo la lengua—. Son más deliciosos así.

—Lamentable... que no me... explotará la cabeza —dije en un susurro.

Acercó su cara a la mía y sentí asco y repulsión. Tenía los dientes filosos y amarillos y su aliento era realmente repugnante. Por un momento, creí que vomitaría en su cara, pero no sucedió. De pronto, me levantó del suelo aún sosteniéndome por el cuello y pensé en que habían sido tantas las veces que me habían hecho esto que hasta ya me estaba acostumbrando.

Me estaba quedando sin aire y debido a la desesperación, comencé a sacudirme bruscamente para que me dejara ir. Supuse que ese sería mi fin y que jamás volvería a ver a mis amigos, pero no podía rendirme tan fácil. Debía luchar por mi porque nadie vendría a rescatarme.

Los Caídos #3 - Ángeles caídosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora