56. Tan ansiado gesto y demostración

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Adam

Con el nerviosismo en todo mi cuerpo y la culpa estampada en la cara, fui a mi academia a buscar a Oliver a su habitación . No sabía que diría porque ni siquiera hemos hablado de si sentimos algo o no, pero quería hacerlo sentir mejor. Si bien lo que pasó en la biblioteca no fue para tanto, entendía que él se desanimó o sintió mal. Eso era justo a lo que me refería con que no quería dañarlo porque siempre vuelve algo o alguien de mi pasado. Es como si estuviera contaminado con alguna especie de nube negra. 

Thomas me ayudó mucho y fue casi la única persona a quien dejé entrar a mi vida después de que Sabrina murió. Sin embargo, no le pude abrir mi corazón completamente y eso le aburrió. Jamás lo culparía porque nadie querría estar con alguien así y eramos niños, pero de todas maneras me dolió un poco.

Verlo aparecer de la nada después de tantos años me hizo sentir nervioso y no supe qué hacer más que mirarlo sorprendido de que estuviera aquí. Pero si soy sincero, no sentí absolutamente nada sentimental, solo nostalgia. Recordé todo de aquellos tormentosos años y eso era algo que me ponía muy sensible; por supuesto, no dejaría que los demás vieran mi sensibilidad porque me sentiría muy vulnerable. 

Sin embargo, eso no me preocupaba por ahora, sino Oliver y lo que puede sentir. Quizás sintió rechazo, decepción, tristeza o todo lo anterior, lo cual me abrumaba porque no quería que estuviera así por mi culpa. No podía ser yo quien trajera más tristeza a su vida, no después de lo que me contó de sus padres y su hermano.

Golpeé como veinte veces la puerta, pero no abrió. De hecho, ni siquiera se escuchaba algún ruido desde dentro. Me sentí más nervioso y preocupado aún, pero no podía derribar la puerta y entrar como si nada.

Saqué el celular y le envié un mensaje preguntándole si podíamos hablar. Me apoyé en la pared y fijé mi vista en la pantalla del aparato en mi mano, esperando ansioso a que respondiera. A pesar de que se demoró un buen rato, finalmente contestó y me dijo que estaba en el comedor. 

Me sentí un inútil por no ir a buscar a otro lado más que a su habitación, pero ya no importaba, así que bajé las escaleras a grandes saltos y llegué en menos de diez segundos abajo. Fui directo al comedor y me di cuenta que estaba vacío porque aún faltaba como una hora para la cena.

Suspiré cuando lo vi sentado en una de las sillas de las mesas junto a la ventana, concentrado en el paisaje de afuera que era principalmente bosque y unos niños jugando con una pelota. Estaba sentado de lado, con el brazo sobre el respaldo de la silla y la cabeza apoyada en su mano. 

Quise huir como un cobarde y evitar toda la complejidad que requiere la comunicación humana cuando cosas incómodas suceden, pero me dije a mi mismo que debía dejar de ser así de una buena vez y enfrentar mis problemas. 

—Hola. —Me quedé parado frente a la mesa y lo miré atentó.

Volteó al escucharme y noté sorpresa, pero también confusión de su parte. 

—Hola —dijo sonriendo.

Cualquiera se hubiese conformado con su sonrisa, pero yo sabía que había algo más en ella. Podía notar que estaba desganado y ni yo sabía cómo podía ser posible que lo supiera.

—¿Vas a quedarte lo que resta del día ahí parado? —preguntó volviendo a mirar por la ventana.

Me senté a su lado, pero él no volteó de inmediato, sino que se quedó un rato más mirando hacia afuera. Eso me dio tiempo para pensar en qué decir, pero me quedé en blanco. Ni siquiera entendía por qué estaba tan nervioso si no suelo ser así.

Se giró lentamente tomando todo el tiempo del mundo y me quedó mirando interrogativo. 

—¿Pasó algo malo? —preguntó.

Los Caídos #3 - Ángeles caídosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora