79. Ángel

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Makarius

Estuve como media hora caminando sin rumbo por la ciudad, buscando alguna señal de algún hermano de Declan, pero no había encontrado nada. Alana no lucía para nada a como yo la conocía, principalmente porque solo habían aldeas repletas de pequeñas casas hechas de material ligero, mientras que las calles eran de tierra.

Las personas vestían una especie de túnicas color café y sandalias planas del mismo color, amarradas con un par de cuerdas delgadas. Por supuesto que al llegar aquí, lo primero que hice fue esconderme, ya que mi ropa estaba muy fuera de época y pensarían que era algún extraterrestre, lo cual era cierto porque literalmente vengo de otro mundo.

Tomé prestado una túnica del tendedero de una casa y por poco casi me atrapan, pero corrí lo más rápido que pude. Cuando logré ponerme la prenda sobre mi ropa, agradecí que me quedara tan larga como para tapar hasta mis zapatos.

Por suerte era de noche, así que podría camuflarme un poco mejor, mientras realizaba mi búsqueda. Las personas se paseaban por todos lados con antorchas en sus manos para poder iluminar el camino mientras caminaban, lo cual sería útil si tuviera una antorcha. Sin embargo, no era tan difícil ver la oscuridad para mi, ya que soy mitad demonio.

La verdad, yo viví en esta época en mi mundo, pero recuerdo muy poco de ella porque era solo un niño. Perdí la noción del tiempo cuando las brujas me pusieron en ese horrible sueño interminable.

Me quedé mirando con atención un bar o lo que supuse que era un bar porque muchos borrachos salían de allí y se escuchaban personas gritar y reír desde dentro. Uno de los hombres que salió reía sin parar y caminaba de un lado a otro. De pronto, comenzó a vomitar y yo me giré para no verlo porque fue asqueroso. 

Cuando giré a mirar a la izquierda, me quedé paralizado porque no podía creer lo que estaba viendo. Estaba cien por ciento seguro de que la mujer que estaba frente a mi era mi madre, más joven, pero era ella.

—¿Se encuentra bien? —preguntó.

—¿Puedo abrazarte? —pregunté sin más.

—¿Sí? —respondió sonriendo un poco.

Me pareció raro que aceptara porque soy un extraño, pero mamá siempre fue dulce y jamás vio la maldad en las personas. Debido a eso, jamás supo que mi padre era un demonio.

Me acerqué lentamente y la rodeé con mis brazos al mismo tiempo que ella me rodeaba con los suyos. Algo duro y grande chocó contra mi cuerpo y me di cuenta que estaba embarazada, pero bajo toda la ropa que llevaba encima no se le notaba.

Me aferré a ella teniendo cuidado con su vientre y cerré los ojos recordando todos los momentos que viví con mi madre. La extrañaba tanto que dolía más de lo que imaginé. De pronto, comencé a llorar y me separé de ella para limpiar mis lagrimas.

—Lo siento —dije—. Me recuerdas mucho a alguien de mi pasado.

—Oh, no hay problema —dijo sonriendo.

Un hombre de barba larga se acercó a ella y la rodeó con un brazo a penas me vio. Me pareció familiar y me quedé un rato pensando a quien me recordaba hasta que di con la persona. Era aquel hombre que entró a la tienda a comprar algo para su nieto de cinco años, Eltaises o al menos era la versión de este mundo.

¿Cómo era posible que viviera en una época tan antigua? ¿Acaso era inmortal? ¿Por qué no lo noté de ser así?

—¿Te está molestando, querida? —preguntó el hombre.

¿Era su esposo? ¿Osea que mi otra versión no existía en esta dimensión?

—No, padre, todo está bien —respondió ella.

Los Caídos #3 - Ángeles caídosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora