76. Perdón

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Daniel

Cuando estaba frente a la puerta que escogí, vi una palabra que se desvaneció en la oscuridad. Al principio pensé que la había imaginado, pero estaba seguro de que no fue así. No sabía lo que ''perdón'' podría significar, pero si la vi, fue por algún motivo en particular.

Después de cruzar, todo fue completa oscuridad y silencio a mi al rededor, excepto por una luz de color morado frente a mi. No era tan brillante, pero podía distinguirla entre tanta oscuridad. Salté a través de ella porque era la único que había allí y aparecí inmediatamente en la calle fuera del recinto de las academias. Observé con detenimiento las seis academias y tan solo la de los Hunter tenía todas las luces prendidas porque las demás estaban en completa oscuridad. 

Escuché el ruido de un auto y decidí esconderme tras de un árbol para ver qué pasaba porque todo se me hizo muy extraño. Era como si ya nadie viviese ahí excepto por un par de personas. 

El auto entró al recinto y se estacionó con cuidado. Un chico y una chica se bajaron con un par de bolsas en las manos y entraron a la academia, mientras que del lado del conductor se bajó un hombre con otras bolsas. Al principio no lo reconocí, pero cuando lo miré mejor, me di cuenta que era yo.

Él iba a medio camino cuando se detuvo y volteó a mirar en la dirección que yo estaba. Intenté esconderme mejor, pero ya me había visto.

—¿Quién es? —preguntó—. Sal inmediatamente.

Dudé un poco, pero finalmente me dejé ver y fui hasta él. Cuando me vio, casi botó una de las bolsas que sujetaba. Eramos iguales, excepto que él lucía cansado y su expresión era triste. 

—¿Quién eres y por qué eres igual a mi? —preguntó serio.

—Soy Daniel —dije—, pero de otra dimensión.

Frunció el ceño y se quedó pensativo.

—Ven conmigo —dijo.

Lo seguí dentro de la academia y él dejó las bolsas fuera de la oficina para después entrar a ella e invitarme a pasar, sin embargo, no cerró la puerta. El silencio era abrumador porque no había absolutamente nadie más. Era como si todos hubiesen muerto o desaparecido por alguna razón.

—Necesito que me cuentes primero para poder confiar en ti —dijo cruzándose de brazos.

Sonreí un poco y asentí porque yo era igual con las personas que no conocía. De hecho, si estuviera en su lugar, ya hubiese estado mucho más alerta que él, pero supongo que ha vivido un poco más que yo.

Le conté por qué estaba ahí y lo que estaba buscando. Con cada parte que le contaba, él pareció suavizar su expresión y hasta creí verlo sonreír por un momento.

—¿Qué pasó aquí? ¿Dónde están todos? —pregunté.

—Una historia parecida a la tuya. Hubo una guerra en la cual se perdieron muchas vidas. Todos los demás decidieron dejar la ciudad porque es algo peligrosa para los nefilim, pero yo no pude irme. No cuando él cuerpo sin vida de mi esposa está en el cementerio local.

—Lo lamento mucho —dije haciendo una mueca.

—Tranquilo. Fue hace mucho tiempo —comentó—. Puedo ver la desesperación en tu mirada porque también lo sentí alguna vez. Dime, ¿a quién intentas proteger?

—A mi novia —dije en un suspiro.

—¿Cómo se llama?

—Camille.

Su expresión volvió a ser triste, pero con un toque de sorpresa que me descolocó. 

—¿También tienes una Camille en tu mundo? —preguntó.

Los Caídos #3 - Ángeles caídosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora