54. Encerrados de por vida

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Después de horas infinitas en que ayudé a Jasmine, volví a mi academia para terminar de arreglar mi equipaje porque me iría con Nick por un tiempo. Aún estaba esperando la aprobación de la directora, pero supongo que diría que si.

Ahí me encontraba, afuera de su oficina, esperando a que terminara de atender a alguien. Mi paciencia se estaba agotando debido a tener que esperar por algo tan simple como un ''si'' o un ''no'', pero esperaría lo que fuera necesario.

Ulises, uno de los directores, salió de la oficina y me sonrió amablemente para luego seguir su camino. Sofia me hizo una seña con los dedos y entré, cerrando la puerta tras de mi.

—¿Y bien? —dije sentándome en la silla frente al escritorio.

—Con los directores hemos decidido que ninguno de ustedes saldrá de la academia hasta nuevo aviso.

—¿Qué? —pregunté confundida—. ¿Por qué?

—Porque el demonio puede venir por ustedes y es nuestra responsabilidad velar por su seguridad.

—Pero eso es injusto, ¿qué pasa si va por mi hermano?

—Lo hablamos con los cazadores y ellos cuidarán de él.

—Debe haber algo que podamos hacer. Negociar —dije—, ¿por qué no me propone algo?

—Es una orden, Camille, no una sugerencia y mucho menos una negociación.

—Pero...

—No hay peros —dijo seria—. Tendrás que acatar las ordenes te guste o no.

Abrí la boca para decir algo, pero luego la cerré y fruncí el ceño. Sofia había actuado peor que mis padres biológicos y adoptivos. Creo que era lo más cercano a una orden que me había importado nunca. Había algo extraño entre esta chica y yo que me hacía dudar de mis actitudes, principalmente porque la respeto sin siquiera pensarlo.

—Y nada de escabullirte con portales —mencionó— porque lo sabré de inmediato.

Suspiré profundamente y salí de allí silenciosamente, ni siquiera volteé para despedirme. No me quedaron ganas de hacerlo porque lo único que deseaba era ver a mi hermano y cuidarlo. 

Le escribí un mensaje y me contestó de inmediato, así que hablamos por un rato. Me contó que los cazadores tomaron la misma medida con él y lo obligaron a quedarse con uno de los jefes y otros chicos. Al menos, estaría acompañado y cuidarían de él, lo cual me aliviaba completamente.

Después hablé con los chicos y al parecer estaban tan enojados como yo por la decisión de los directores. Lo que peor fue que tampoco nadie podía entrar. Eso incluía a Daniel, Clemente, Davina, Declan, los Walker y hasta Will.

Decidimos juntarnos en el patio de atrás para poder hablar tranquilos y no ser interrumpidos por ninguno de los directores u otra persona. La primera en llegar fui yo, así que me senté en una de las bancas a esperar, mientras observaba el bosque frente a mi. Mi atención se la llevó una piedra cuadrada que vi en el suelo y no pude evitar acercarme hasta allá. 

Era una pequeña lápida de mármol totalmente incrustada en el suelo. Tenía mi nombre tallado y la fecha de mi muerte, lo cual me revolvió el estomago. Los chicos realmente pensaron que morí y hasta me hicieron una ceremonia. Lo habían mencionado, pero no había tenido la oportunidad de verlo por mi misma.

La lápida estaba rodeaba por el crecido pasto y encima tenía unas flores tan marchitas que solo quedaba parte de los tallos; sin embargo, había una flecha entremedio, lo cual me hizo sonreír al instante. Alguno de ellos, no sé quién, me conocía lo suficiente como para saber que aquel objeto me identificaba al cien por ciento.

Los Caídos #3 - Ángeles caídosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora