La gravedad

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Los Ángeles, California

- Mierda, mierda - Exclamó. - Diablos - A regañadientes se tuvo que bajar de su Mercedes blanco. - Maldita sea - Azotó la puerta.

Si le hubieran dicho que posiblemente su enorme casa donde vivía con su "amado" tendría ese defecto en el garage no la hubiera comprado. Cerró la puerta, cuando se supone que ésta era automática, pero qué por razones del destino esta vez no cerró. Caminó decidida a entrar en su auto, porque, al bajarse siquiera lo había estacionado bien, volteó para ver la hora en su reloj de muñeca y maldijo, no llegaría a tiempo al trabajo. Hubiese sigo mejor irme con él. Pensó, rodeó los ojos, y se quedó estática entre la avenida. ¿Acaso es una diosa?
Sinceramente no supo porque se quedó tan atontada al ver tan solo a una..... ¿chica?

Quizá desde hace tiempo no había visto una tan linda como ella, una que tuviera ese flequillo tan perfecto, ese rostro, o ese físico. Soltó una risita cuando la vio aventar la puerta de su Ferrari negro, parecía que iba apurada. ¿Pero qué tanto hacía con las llaves del auto? Parecía nerviosa, lo que más llamó la atención de Jennie fue que esa chica linda vivía junto a su casa, era nueva en ese vecindario y tal vez por esa razón jamás la había visto. Quiso ir para ayudar, pero algo la sacó de su trance.

- ¡Cuidado! - Le habían gritado demasiado tarde.

- Mierda - Susurró Jennie cuando cayó contra el suelo, producto del conductor de aquella bicicleta. - Auch - Volteó a ver su mano de donde provenía un raspón igualmente donde brotaba sangre. - ¡¿Pero qué le pasa?! - Le gritó al señor que estaba frente a ella con cara asustada.

- P-Perdón, señorita. Pero yo tan s-solo iba pasando y usted no se movía de allí, lo siento, los frenos de mi bici no está muy bien que digamos, lo siento, lo siento - Cuando salió del trance corrió para ayudarla. Pero una fuerte mano vio como se posicionaba en el hombro de la joven.

- ¿Está bien? - Le preguntó a Jennie.

- ¿Disculpa? - La castaña llamada Jennie se regañaba internamente por su falta de reaccionar. - Sí, claro. Estoy bien, gracias - Sonrió tímidamente.

- Perdón, señorita - El hombre seguía arrepentido.

- Ya, ya. No importa - Se levantó con una mueca y posicionando su mano en su cintura, al caer le había dolido, y al parecer no solo había sido por su momento. - No importa, no importa. Váyase y continúe con lo que hacía - Motivó al noble señor que la veía con semblante preocupado. Pero después de todo, el hombre tenía cosas apresuradas qué hacer, y sin más salió a toda velocidad en su bicicleta. Jennie pestañeó varias veces y se dio cuenta de algo; Oh sí, la chica bonita. - Gracias, pero estoy bien - La cortó.

- No.... no creo que su mano diga eso - Señaló la palma de su mano de donde tenía un raspón que contenía demasiada sangre.

- Ah, seguro se pasa, con lavarme esta bien - Jennie le sonrió al verla preocupada. - Estoy bien, gracias por preocuparte -

- Usted no está bien, puedo ayudarle. Puede.... puede pasar a mi casa y yo misma me encargo de eso - Se movió un tanto nerviosa.

- Si me dejas de llamar de "usted" y me dices tu nombre me haré la que me duele mucho y aceptaré - La curiosidad de por lo menos compartir un poco más de tiempo con aquella chica que llamaba su atención era sorprendente, aunque ella jamás se interesaba en alguien que acababa de ver, de hecho, aveces siquiera era amable con la gente nueva que se encontraba en su camino. Era fría, y simplemente..... no le tomaba importancia. Era extraño que le pasara esto, pero el corazón no paraba de decirle que fuera averiguar lo que tanto le llama la atención de aquella chica .

Caímos en la tentación // Jenlisa ¡GP!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora