Capítulo 1

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Silencio en la sala, golpes de dedos contra los pupitres y, sobre todo, el molesto tic tac del reloj colgado en la pared del salón de clases. Se podía sentir como el tiempo pasaba más lento de lo normal, era como si los minutos de repente se hubieran convertido en horas. La sentencia de muerte estaba cada vez más cerca, podían sentirlo.

Al menos no para Jeon Jungkook, quien con una gran sonrisa a tan solo quince minutos de la evaluación, se levantó del pupitre y le entregó el grupo de hojas perfectamente engrapadas a la profesora.

Varios rodaron los ojos y otros lo insultaron seguido de un par de risas traviesas.

—Nunca me decepcionas. —dijo la profesora mientras hojeaba la evaluación del joven—Puedes salir Jeon, tienes la hora libre.

—Muchas gracias. —Jungkook regresó a su asiento y en el camino recibió susurros de un par de sus compañeros de clase, a los cuales ignoró y dio un golpecito en la cabeza. Tomó su mochila y se terminó por despedir de la profesora para después salir del salón.

Entrecerró los ojos por la repentina luz natural del sol alumbrando su rostro. Eran alrededor de las dos del medio día, el punto exacto donde el sol parecía querer asarte.

Una vez sus ojos se acostumbraron a la luz del exterior, visualizó como el jardín justo frente suyo estaba vacío, así que aprovecho y trotó hacia allá lo más rápido posible para evitar que alguien más pudiera adueñarse del lugar.

Se sentó sobre el pasto y posó su mochila a su lado. Posó sus brazos detrás suyo, mirando sobre él, admirando la belleza del árbol que le brindaba sombra y aire fresco. La brisa de verano. Aspiró fuerte y con una suave sonrisa se estiró hacia la mochila y sacó su cámara. Repasó cada una de las fotos que había tomado ese mismo día por la mañana cuando caminó a la universidad se había encontrado a una señora mayor paseando a su perro y le había pedido permiso para tomar algunas fotografías del mismo.

Jeon Jungkook era un joven el cual se emocionaba por las cosas más simples, disfrutaba de lo cotidiano y de las rutinas, y por rutinas se refería a como todos los días se basaban en levantarse, asearse, vestir con lo primero que encontraba en el armario, desayunaba una tostada con uno o dos tres sorbos a la caja de leche de fresa. Caminaba a la universidad la cual solo se encontraba a 4 cuadras de su casa, pasaba de clase en clase prestando la mayor atención, pero al mismo tiempo pasando un buen rato con sus amigos, luego todos se despedían y cada quien regresaba a sus respectivos hogares. Jeon simplemente caminaba regreso a casa y una vez allí se ejercitaba, se daba una ducha y hacía sus deberes escolares si era que había, sino jugaba video juegos y simplemente luego se iba a tomar una siesta, claro, sino antes cenar su sopa instantánea favorita.

Solo tenía 22 años, aún no era como que pensara en qué quería hacer de su vida. Solo disfrutaba de los días, disfrutaba de ver paisajes, disfrutaba de la naturaleza y lo que esta le otorgaba para fotografiar y así poder mostrarle al mundo lo hermosa que esta era. No hacía nada interesante, solo hacía lo que le gustaba, filmar, fotografía, a veces pintar. Pero, ¿por qué todos querían ser como él? Era un chico normal y corriente, ¿no?

No lo era.

Jeon Jungkook era un chico modelo, el hijo perfecto. Por dios era el número uno en todo, en su clase, en la universidad, en deportes, en aprender cosas nuevas, era incluso el hijo envidiado, todos los amigos de sus padres quería a alguien como él para presumir a los demás. Pero también agradecía que aún así, nadie lo odiara o envidiara realmente, al menos Jungkook no tenía idea de que alguien lo hiciera ya que siempre trataba de tener una buena relación con todos.

—Obtuviste un cien. —Jungkook alzó la mirada y sonrió, haciendo a un lado su mochila e hizo una seña a Hoseok para que se siente a su lado—Kim está tomando tu examen como ejemplo para calificar a los demás, es humillante, ¿lo sabes verdad?

—Claro que no es humillante, seguro también sacas el cien.

—¡Ojalá! Pero no estudié una mierda. Con suerte apruebo, espero aprobar porque mis padres me dijeron que si no lo hago no voy a poder ir con ustedes a la piscina el fin se semana.

—Si es el caso ya hablaré yo con ellos, pero tienes que ir, no puedes dejar a Doona plantada. —el castaño suspiró—Es hora de que te confieses, hombre.

—No sé yo, aún no estoy seguro de que me guste eh. —Hoseok rodó los ojos y ladeó la sonrisa que antes tenía en su rostro—Igualmente no tengo tiempo para ella, mis padres me consumen demasiado con el tema de la universidad, si a penas juego un rato en la consola ya me reprochan. No sé si a Doona le guste que le dé más atención a mis libros de literatura.

—Lo siento, de verdad. —no dijo más. Jungkook sabía que Hoseok tenía una relación complicada con sus padres. Nunca lo habían dejado hacer lo que quería, lo habían obligado a estudiar literatura a penas Hoseok les había contado que su plan era ir a la universidad de artes para estudiar danza. Y eso no era nada, incluso Hoseok había tenido que fingir ir a clases de piano con Yoongi cuando en realidad este mismo lo encubría mientras en realidad Hoseok iba a sus clases de danza.

Luego de un par de minutos, ambos se levantaron y caminaron hacia la salida, despidiéndose entre risas y Jungkook observando como el auto de los padres de Hoseok se acercaba para que este subiera. Jeon saludó al padre de su amigo y giró sobre sus pies hacia el lado contrario, colocándose sus audífonos y escuchando su playlist en aleatorio.

Una vez llegó a casa, sacó las llaves de su bolsillo a penas se había retirado los auriculares y sonrió cuando Gureum comenzó a ladrar celebrando su llegada.

—¿Tienes hambre pequeño? Hoy llegué más temprano de lo que pensaba. —Dejó con cuidado la mochila en el sofá y camino hacia la cocina para buscar la bolsa de comida en una de las estanterías.

Jungkook podía sentir el vacío de su hogar. Las cortinas cerradas, ese olor a madera y lavanda que tanto amaba y la calidez que las velas que prendía cada vez que llegaba le abrazaban, recordándole a sus padres los cuales lamentablemente, vivían en otra ciudad.

De repente recordó la razón por la que se había tenido que mudar. Seúl era una ciudad que brindaba muchas oportunidades, aún más cuando su carrera como fotógrafo dependía mucho de la popularidad que obtuviera. Y aunque sus padres realmente eran personas de clase media y con los ingresos suficientes para vivir una buena vida, se habían sacrificado para que pudiera estudiar en la gran ciudad, y aún mejor, para dejarlo ir a sus tempranos quince años.

Jungkook amaba a sus padres, y nunca se cansaría de agradecerles el hecho de que habían confiando en él para mudarse con su difunta abuela y abrirles las puertas a los mejores colegios de la ciudad, y sobre todo, por apoyarle a pesar de que estudia algo distinto a lo que ellos esperaban.

Miró la fotografía de su abuela sobre el mueble del salón y sonrío. Prefirió no mirar más de cinco segundos la foto y solo se tiró sobre el sofá, mirando el techo y luego cerrando sus ojos, tallando con sus dedos su sien y borrando la sonrisa de su rostro.

De nuevo esos dolores de cabeza, esas punzadas profundas que parecían querer matarlo. De repente el silencio de la casa empezó a aturdirlo, aquel silencio el cual no para de recordarle que estaba solo otro día más, que solo tenía a Gureum para recibirle luego de un cansado día en la universidad.

Abrió los ojos, miró el reloj en su muñeca y lo quitó raídamente, de repente un golpe de ansiedad le invadió, ¡por dios, el reloj le estaba ahogando! Lo lanzó contra el sofá en frente suyo y respiró hondo, talló su muñeca y repasó su mirada por el mueble donde la televisión se posaba. Tenía polvo, debía hacer limpieza.

Y justo cuando estaba a punto de levantarse para buscar un paño y retirar las partículas de polvo, llamaron a su celular, el silencio desapareció y fue remplazado por el tono alegre de la llamada. Era su madre, era el tono personalizado de su madre.

De repente ya no estaba solo, de repente Jeon Jungkook regresó a la realidad.

Sidekicks [Kookmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora