Capítulo 35

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¿Cómo se suponía que debía actuar? Era una pregunta que se hacía Jimin a todo momento, era una la cual se hacía apenas veía las expresiones cambiantes de Jungkook hacer aparición cada vez que este iba a visitarlo. Cuando Jungkook sonreía, cunado estaba serio, cuando estaba adormilado, enojado, cuando estaba sensible. Siempre que Jungkook bajaba y de una u otra forma terminaba poco a poco acercándose ilícitamente, disimulando sus ganas de ser atendido por él como si fuera su jodida madre.

Llegaba y le contaba sobre lo que hacía en su trabajo con tranquilidad, le llevaba postres y bebidas, lo mimaba y le miraba con timidez. Actuaba simplemente, diferente. Era como si Jimin no hubiera intentado decirle a Namjoon sobre su secuestro, como si días atrás no hubiera intentado pedir ayuda a su novio. Y Jimin trataba de entenderlo o al menos analizarlo pero, simplemente no podía, nunca iba a comprender lo que pasaba por la cabeza de Jungkook, era un chico distinto, era raro.

Y por ello no le quedaba otra que seguirle la corriente, que atender sus vagas necesidades de atención, que dejarse tocar por Jungkook, dar paso poco a poco a lo que era una toma de confianza a la cual Jimin no quería dar acceso, pero tenía que hacerlo, sobre todo en aquellos momentos en los que no sabía de lo que Jungkook era capaz de hacer.

—¿Estas seguro de que no tienes hambre? —le preguntó Jungkook observando los movimientos del modelo quien con sus dedos acariciaba su brazo derecho disimuladamente—No sé si llegaré temprano hoy.

Jimin le miró desde abajo, de reojo, notando seriedad en el menor—Estoy bien así, no tengo apetito. —Jungkook asintió.

—Bien, entonces te dejo, tengo que alistarme para ir al trabajo. —se levantó del asiento y sacudió su camiseta blanca. Jimin no le respondió, lo dejó irse por el mismo lugar en el que había llegado, sin siquiera seguirlo con la mirada. Al contrario, Jimin observó el suelo de la habitación, vio aquel suelo sucio, abandonado. Tenía días que Jungkook no limpiaba, ahora era así, solo bajaba y alimentaba a Jimin mientras le contaba sobre su día o lo observaba en silencio, o si Jimin tenía suerte, solo le daba de comer y se iba, dejándolo solo.

O si incluso no la tenía, Jungkook bajaba por las madrugadas y acariciaba el rostro de Jimin mientras se sentaba a un costado suyo en el sofá, levantándolo con su toque y quedándose allí, solo viendo sus zapatos, en silencio, siendo reconfortado por la mera presencia del rubio.

Jungkook tocaba su mejilla, su cabello, a veces lo peinaba con sus dedos o acariciaba las heridas medianamente curadas de sus muñecas. A veces simplemente Jimin se sentaba adormilado y Jungkook se acercaba a su lado con cuidado, pidiendo permiso con la mirada, tocando con cautela. Como si le pidiera permiso antes de tan siquiera hacer un solo movimiento.

—Si quieres llorar puedes hacerlo. —le había dicho Jimin una noche de esas entre el eco del silencio que la habitación les regalaba y la luz de la luna que entraba por aquella pequeña ventana. Y es que eso había hecho, Jungkook había llorado en frente suyo por segunda vez luego de hacerlo aquel día cuando estaba atado y drogado por el somnífero. Aún recordaba como había posado su cabeza sobre su hombro y había llorado en silencio, únicamente sintiendo la tela de su camiseta humedecerse por las lágrimas del menor.

Jimin ni siquiera había tenido idea de por qué lloraba, ¿acaso era por la culpabilidad? ¿por la soledad? No tenía idea, y no le importaba, no le interesaba que en sus tiempos libres se cominera la cabeza, que sufriera, Jimin creía que se lo merecía, eso y mucho más. Jungkook tenía que ser infeliz de por vida, deseaba que lo fuera.

Al día siguiente se había repetido la historia, alrededor de las tres de la madrugada Jungkook había entrado a la habitación, pero esta vez no se había sentando en  el sofá, no lo había tocado o despertado, simplemente había tomado mientras estaba sentado al pie del sofá en el suelo, mirándolo y dando sorbos a la botella de cerveza en su mano. Jimin había sentido el olor a alcohol barato, había inundado sus fosas nasales. Y así al día siguiente, y al siguiente, hasta el punto en que visitarlo en medio de la noche se había vuelto una clase de costumbre, una la cual le atormentaba al no poder dormir si no tenía un ojo abierto, con el terror recorriendo sus venas por un chico el cual le doblaba en tamaño y fuerza, uno el cual en cualquier momento por día hacer con su cuerpo lo que quisiese y no podría evitarlo.

Sidekicks [Kookmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora