Capítulo 25

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La primera vez que había vivido aquella sensación de miedo había sido en su colegio, cuando tenía diez años, niños de años superiores le habían acorralado con el fin de quitarle su desayuno al ver que Jimin era un niño delgado, bajo y débil. Lo habían empujado contra la arena y se habían reído de él, le habían dicho que era una pequeña "nenita".

La segunda vez había sido cuando le había contado a su padre que era víctima de bullying y este en vez de ayudarlo le había dicho que se defendiera solo, que se comportara como el hombre que era y no fuera un "maricón", se había reído de él y le había gritado tanto que Jimin había temblando. Su padre siempre les gritaba y amenazaba, pero esta vez era real, estaba enojado.

La tercera vez había sido cuando llegó a su casa golpeado, su ojo derecho hinchado y sus rodillas raspadas. Su padre lo vio cuando estaba bebiendo mientras veía un partido de futbol y su mamá le llevaba ramen a la mesa. Esa vez su padre estaba enojado porque su equipo estaba perdiendo, así que al ver a su hijo siendo víctima de acoso una vez más, se levantó y desquitó su rabia en él. Había tomado su cinturón y lo había golpeado hasta que su brazo se había cansado, hasta que Jimin ya no podía sostenerse en sí mismo. Ese mismo día por la noche, mientras estaba en su cama acostado con su pequeña hermana curando sus heridas a un lado, su madre había entrado y solo le había dicho "Tú te lo buscaste".

Y habían existido muchas más anécdotas, una y otra vez. Más de diez, más de veinte o treinta. En su mayoría de su padre golpeándolo, golpeando a su hermana y él interponiéndose para ser golpeado una vez más a cambio. Ellos corriendo de la mano fuera del apartamento en el que vivían, escapando para que el hombre no los encontrara.

Pero también estaban aquellas que se había generado gracias a su primer supuesto amor. Aquel chico del cual se había enamorado a sus cortos catorce años, o al menos creía estar enamorado de él. Ese chico, ni siquiera recordaba muy bien su rostro, solo recordaba lo que le había hecho, recordaba cómo le había jodido la vida.

¿Pero lo había hecho tanto como Jeon Jungkook lo acaba de hacer? Ni siquiera sabía, solo estaba comenzando aquel infierno, no estaba seguro que fuera a pasar, pero si de algo estaba seguro, era que no iba a salir de eso vivo, no cuando se había despertado y lo primero que había visto al abrir sus ojos había sido la nada, oscuridad brindada por un trozo de tela que cubría sus ojos y unos cuantos más que apretaban con fuerza sus manos y tobillos contra la madera de la silla a la que estaba atado, y una última en su boca, cubriéndola, mordiéndola la cual estaba a consecuencia llena de saliva.

Jimin ni siquiera emitía algún ruido, ni siquiera trataba de moverse. Jimin ya sabía que por más que luchara no iba a soltarse, no iba a ser libre hasta que Jungkook se lo permitiese, cosa la cual estaba seguro, que no iba a pasar. No sabía lo que Jungkook quería de él, no lo entendía, pero igualmente ya lo había conseguido, estaba a su disposición.

Y entonces su corazón golpeó con fuerza en su pecho cuando se escuchó la madera crujir y a través de la tela sobre sus ojos se aclaró levemente. Había prendido las luces. Jimin respiró hondo y cerró los ojos con fuerza cuando sintió un cuerpo muy cerca del suyo. Jungkook ya estaba allí.

—Voy a quitarte la soga de tu boca, ¿sí? Solo por favor no grites o tendré que volverla a colocar. —Jimin asintió. Sintió los dedos delgados de Jungkook pasar por detrás de su cabeza y desanudar la tela de sus ojos y la cuerda en su boca la cual pensaba antes que era una tela, pero al parecer no lo era—Perdón si el agarre estaba muy fuerte. —dijo Jungkook con voz baja. Jimin lo notaba, ese tono de voz avergonzado, como si prefiriese no hablar, pero fuera necesario hacerlo.

Jimin abrió los ojos, los entrecerró adaptándose a la luz repentina y trató de enfocar su vista.

Como lo sospechaba. La razón por la cual no escuchaba ningún auto, sonido del aire chocando contra los árboles o cualquier otro minucioso sonido, era porque simplemente no estaba a su alcance. Jimin estaba en el sótano. Lo sabía, había visto aquella noche de celebración la puerta a un costado de la cocina, había visto aquella puerta de madera desgastada cerrada con llave y con un interruptor en su costado.

—¿No vas a decir nada? —preguntó Jungkook curioso, mordiendo una de sus uñas y respirado pesadamente mientras observaba al mayor que lucía cansado, mirando a los alrededores y con expresión preocupada, en shock—Jimin...

—No diré nada. —fue lo primero que dijo el modelo—Te lo prometo, te lo juro por mi vida. No iré a la policía, no le contaré esto nunca a nadie. No me volverás a ver en toda tu vida, pero por favor déjame libre, déjame irme a casa por favor. —desesperado. Esa era la palabra que describía a Jimin en ese momento, era como se sentía y el tono que usaba al hablar.

—Esto no funciona así.

—¿Por qué no? No estoy mintiendo, no me interesa quien seas, el cómo seas. Solo tienes que desatarme, abrirle la puerta y me iré, me esfumaré de tu vida. Dejaré mi empleo, dejaré la ciudad... —miró a Jungkook a los ojos, demostrándole el terror que guardaba en su interior, ese miedo de saber nada—dejaré a Namjoon también si lo deseas.

La respiración de Jungkook tembló junto a su labio inferior mientras trataba de evitar los ojos de Jimin, esos ojos tan hermosos que ahora mismo eran su desgracia.

—¿Qué quieres de mí? Solo tienes que decírmelo y te lo daré, pero por favor déjame ir, no me hagas esto Jungkook. —un nudo se formó en la garganta de Jimin, pero se obligó a sí mismo a hablar—Mírame a los ojos, no evites mi mirada. —el joven lo hizo—Si de verdad me quieres tanto como me dijiste, entonces déjame ir, te lo ruego.

Jungkook se acercó a Jimin sin romper la lucha de miradas. Jimin se hizo pequeño en la silla, cerró sus ojos y respiró hondo, tratando de soportar las ganas de temblar, de llorar, tratando de evitar el hecho de que su cuerpo iba a colapsar por la presión, el simple hecho de que estaba a un solo paso de sufrir un ataque de pánico. Jungkook una vez estuvo a un solo paso de su cuerpo, lo miró hacia abajo y llevó su mano a la mejilla de Jimin, posando su mano derecho sobre ella, dejándola quieta sobre la suave piel.

—No puedo Jimin, no hay vuelta atrás. De verdad no quiero hacerte daño, no quería golpearte, pero no pude evitarlo. No podía dejar que te fueras con el hombre equivocado. —entonces Jimin se soltó en llanto, no pudo evitarlo. Bajó su cabeza y solo se dejó llevar, se desahogó, trató de ignorar el hecho de que estaba Jeon Jungkook en frente suyo, mirándolo. Ni siquiera quería ver su expresión, no quería ver si estaba triste, sonriendo, enojado, no le interesaba. Jimin solo quería desaparecer. Entendió que justo como lo había pensado, no iba a salir de aquello, no iba a ser libre, iba a morir allí, lo iba a matar, de ninguna manera lo dejaría irse por más que se lo suplicase.

Jimin nunca hubiera pensado que así iba a morir, que su final iba a ser solo, secuestrado por un acosador, por un loco el cual lo quería solo para él. Jimin sabía que su vida había sido miserable desde que era niño, toda su vida había pensado que él simplemente era demasiada buena persona para este mundo, pero parecía que en su vida pasada había hecho algo tan grave que en esta vida el mundo se estaba cobrando todo, que lo estaban castigando.

Incluso había pensado que la llegada de Namjoon a su vida había sido el inicio a la paz, a la felicidad que siempre había deseado, al contrario, parecía haber sido su recompensa, su preparación para el próximo y ultimo golpe, golpe el cual acababa de empezar.

—No quiero hacerte daño, hyung. No voy a hacerte daño, pero tienes que ayudarme. —vio como Jungkook se alejaba y buscaba algo en uno de los muebles llenos de polvo al lado de las escaleras. Sacó un pequeño pañuelo blanco y lo extendió hacia él—Mierda, lo siento. —dijo en voz baja cuando notó que Jimin no podía tomarlo. Así que se dedicó a agacharse y mirar hacia arriba el rostro de Jimin, sosteniendo su cabeza por la frente y pasando el pañuelo de algodón sobre sus mejillas húmedas.

—Quiero irme a mi casa. —dijo Jimin agotado y con voz temblorosa, rogándole con la mirada.

—Esta es tu casa, hyung. Esta es tu nueva casa. 

Y de nuevo, por milésima vez, estaba sintiendo el terror recorrer su cuerpo, de nuevo había empezado ese ciclo de sentimientos que revolvían su estomago, esos sentimientos que lo hacían querer vomitar. Jimin quería vomitar.

Sidekicks [Kookmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora