Capítulo 5

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Tomó una moneda de su bolsillo derecho, la observó y a penas se fijó de que el valor de esta era el indicado, la introdujo en aquella maquina la cual le iba a rentar el vehículo por un par de horas. Se acercó a uno de estos y con la llave proporcionada por la máquina, abrió el candado que aseguraba una de las bicicletas, en específico, la color negro.

Y aunque le preocupaba que le fuera muy complicado manejar la bicicleta con la férula en su muñeca izquierda, intentó como pudo acomodarse en la bicicleta, agradeciendo a todos los santos que no le molestaba como pensaba y realmente podría manejar el vehículo. Y así sin dudarlo más, empezó su recorrido.

El aire golpeaba su rostro y hacía que su camiseta de cuadros se revolviera, al menos no demasiado al ser limitada por la mochila que colgaba de su espalda. Al no usar sus auriculares, podía escuchar el sonido del motor de los autos, las personas hablando a su lado izquierdo mientras el manejaba, platicas fugaces, miradas posándose sobre él en una que otra ocasión. No iba a negar que le agradaba montar en bicicleta, por una parte te despejaba y te sentías libre, solo tú y el viento posiblemente escuchando tus pensamientos, pero, por otra parte, Jungkook no podía permitirse comprar una bicicleta. No quería pedirle a sus padres aún más dinero del que ya les daban cada mes, no cuando ellos podían ocupar ese dinero en pagar parte de sus deudas.

Luego de haber manejado por alrededor de ocho cuadras desde la universidad, llegó al edificio de ocho pisos, por fin había llegado a la agencia de Jimin. Bien, no iba a negar que el edificio era lindo, incluso había escuchado sobre aquella agencia de modelaje ya que era una de las más conocidas de la ciudad. Y bueno, también no iba a negar que la noche anterior Jungkook había estado más de una hora investigando sobre su nuevo compañero de trabajo.

Es parte de ser profesional. Había pensado. Mentiroso.

Dejó la bicicleta en su debido lugar y antes de siquiera entrar al edificio, se miró por los ventanales del mismo. Vio con detalle su reflejo y peinó su cabello hecho desastre por culpa del viento. Miró sus pantalones, su camiseta y la camisa de cuadros sobre la misma. Vale, no lucía mal, al menos no tan mal como todos los días.

Sintió nervios, pudo notar como sus manos empezaban a humedecerse. Por dios qué edad tenía, ¿diez años? Que estúpido. Se odiaba, demasiado. Odiaba creer que estaba pasando de nuevo, que de nuevo la historia podría repetirse.

No podía permitírselo.

—Dime que eres Jeon Jungkook. —el mencionado giró y observó de pies a cabeza a una chica de posiblemente dos años mayor que él, utilizaba lentes y su cabello era relativamente corto, lucía desesperada, casi a nada de llorar.

—Lo soy. —afirmó.

—Gracias a dios. Sígame por favor, Jimin lo está esperando. —Jungkook no protestó y siguió sus pasos. Miró alrededor cuando entraron al edificio y tomaron camino hacia el elevador—Lo siento por apresurarlo, pero Jimin tendrá una reunión de trabajo muy importante dentro de una hora.

Jungkook frunció un poco el rostro y ladeó su sonrisa. Se suponía que el día anterior le había dicho que estaba libre, el trato no había sido ese.

La mujer tocó la puerta un par de veces y se escuchó un "Adelante" del otro lado—Aquí lo dejo, mucha suerte. —le dijo y así como la había visto, en cuestión de segundos desapareció por ese mismo pasillo camino al elevador. Jungkook rodeó con sus dedos la perilla y la giró, abriendo la puerta con cuidado.

Entonces era como si la sala se hubiera iluminado de repente, aún más de lo que ya estaba por el enorme ventanal en un costado del salón.

—Permiso. —dijo Jungkook deslizando su mochila de sus hombros hasta su mano.

Sidekicks [Kookmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora