Prólogo

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Domingo, 5 a.m. Sótano.

Una nota con la tinta corrida, posiblemente por culpa de haberse mojado. Sucia, con marcas de zapatos en toda la hoja. ¿Tenis deportivos? ¿Unas botas quizá? no lo sabía, solo trataba de leer el contenido, pero le era imposible con el constante temblor de sus manos, la debilidad de sus dedos pegajosos con restos de quien sabe qué, posiblemente de todo lo que había comido durante esos días de confinamiento, restos los cuales a sus pies se encontraban.

Alzó la mirada, rayos de luz saliendo por aquella pequeña ventana en la parte superior de la habitación le aturdieron. Estaba amaneciendo. 

Se escucharon unas llaves a unos metros suyos junto al sonido de una perilla girando. Pasos de alguien bajando por las escaleras de madera y una luz artificial entrando. Su garganta se contrajo hasta que un nudo se formó en la misma, la nota se resbaló de sus manos cayendo al suelo al mismo tiempo que el muchacho que la sostenía trataba de regular su respiración agitada por el nerviosismo, por el miedo, dejándose abrazar por el calor y la posible seguridad que el sofá podría brindarle.

Unos ojitos curiosos y temerosos se asomaron y una sonrisa engañosamente pura se hizo presente en el sujeto que entraba por el marco de la escalera. Su pantalón deportivo negro holgado y su camiseta blanca completamente sudada. Sus músculos tensos, su respiración pesada. Aspirando el delicioso aroma a sudor entreabrió sus labios, el cuerpo caluroso se acercaba cada vez más y más.

Y de repente unos dedos acariciando sus labios con una, ¿crema? No, un bálsamo.

—Están rotos. —como yo—Sonríe. —Ordenó. Jimin lo hizo, mirando los labios del joven frente suyo, no era capaz de unir miradas. Sintió una gota de sangre deslizarse por su barbilla, a penas lo notaba, sus labios estaban destrozados.

Y entonces el nudo en su garganta explotó, su cuerpo parecía estar en estado vegetal, su corazón se deteniéndose para luego empezar a latir nuevamente como un desgraciado, más fuerte que nunca.

Ese asqueroso musculo húmedo recorriendo su barbilla ahora limpia, sin rastro de sangre. Jimin quería vomitar.

—Sabe a miel. —pronuncia Jeon con una sonrisa boba. Jimin la observa y también sonríe—Sabes a miel. —su estómago se revolvió cuando sintió la respiración del menor chocando contras su mejilla. Los brazos débiles del mayor se posaron sobre los hombros del joven, procediendo a deslizarse hasta su espalda, aprovechando el temblor de sus dedos para acariciar los músculos por encima de la camiseta.

Demostró accesibilidad, se obligó a fijar contacto visual con su secuestrador. Y de repente, un golpe de seguridad lo inundó cuando el hombre lo tomó entre sus brazos y lo abrazó, delicado, dulce, sin tocar más allá, respetando su decisión de aceptar la unión de sus cuerpos. Sintió como poco a poco el joven se deslizaba a su lado y terminaba por tomar asiento en el sofá. Sin terminar el abrazo. Con una de sus manos, Jungkook tomó su muñeca y dirigió su mano hacia su cabello, insinuando que lo acariciase, cosa a la cual Jimin no se negó y procedió a hacer.

Y allí estaba de nuevo ese bebé llorón, pidiéndole perdón y diciendo una vez más excusa tras excusa, justificando el por qué no podía dejarlo libre como Jimin tanto deseaba. Humillándose y mostrándose débil ante él.

Jimin se prohibió chasquear la lengua, gritarle, insultarle y decirle que iba a matarlo con sus propias manos a penas tuviera la oportunidad. Se prohibió a en ese momento de debilidad aprovechar la situación, no cuando Jungkook era más rápido, más fuerte y poco a poco empezaba a confiar en él. No cuando sabía que sería detenido como la primera vez que había intentado huir de allí, como el primer día cuando estaba lleno de miedo al no saber lo que el menor sería capaz de hacerle.

Aún no era el momento.

Posó sus manos sobre las mejillas del joven y con sus pulgares limpió las lágrimas cayendo sobre ellas.

Sus labios podrían estar rotos, secos, pálidos y maltratados; Jimin podría tener el peor aspecto de todos en ese momento, luciendo agotado tanto física como mentalmente, pero no lo estaba, Jimin no era débil, era inteligente y, sobre todo, aquella no sería la primera vez que tendría que sobrevivir de una situación similar.

Sabía que saldría de aquello, que volvería a ver a sus compañeros de trabajo, a sus amigos, al amor de su vida. Se libraría por ellos, haría que su captor pagara, haría que se arrepintiera y sufriera lo que él estaba sufriendo por todos los ámbitos legales posibles. Porque se lo merecía.

Porque Jeon Jungkook estaba insanamente enamorado de él y Jimin sabía que sería capaz de hacer lo necesario para tenerlo a su lado, a costa de todo y todos. 

Sidekicks [Kookmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora