Capítulo 26

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Jungkook estaba sentando en el sofá, con su cabeza posada sobre el respaldo del mueble y su mirada al techo blanco, a esa pared superior vacía. Su pierna derecha se movía constantemente y su mano jugaba con la llave de la puerta del sótano. ¿Qué había hecho? ¿Qué estaba haciendo con su vida?

No podía dormir, no podía cerrar los ojos, no podía moverse por la casa sin que su conciencia estuviera revoloteando, estuviera en alerta roja y sus ansias por estar seguro de que Jimin estaba en el sótano sin poder escaparse estuvieran presentes, siempre mirando hacia la puerta del inicio de la habitación oculta donde su mayor pecado se encontraba presente, donde estaba atado a una silla, acorralado, privado de su libertad. Aún no lo creía, estaba conmocionado. Lo había hecho, qué había hecho.

Jungkook solo podía pensar en que había arruinado la vida de Jimin, en que ahora el chico que le gustaba estaba encerrado en una habitación sucia, una llena de polvo, bichos, una habitación a oscuras; él sin comer, sin beber agua o ir al baño. Jungkook era un asco de persona, no solamente había tomado a Jimin y lo había guardado para él, sino que estaba privándolo de sus necesidades básicas como ser humano, estaba negándole sus derechos humanos. Pero no podía, no podía ir allí abajo y mirarlo a los ojos, sentir su mirada sobre él, aquella mirada asustada, llena de miedo por no saber lo que Jungkook iba hacerle. Y Jungkook lo entendía, ni siquiera él mismo sabía que iba a hacer.

Todo había pasado rápido, había sido un acto por impulso, un muy mal acto por impulso. Jungkook había entrado en razón cuando había visto a Jimin inconsciente en el suelo y había visto en su mano una figurilla de metal que su abuela añoraba en vida, aquella figurilla de una mujer con traje tradicional coreano y con una flor adornando su cabello, con una expresión seria y un porte formal y femenino, aquella figurilla con un rastro de sangre en el borde, en la zona de aquella flor de cerezo.

—¿Jimin? —Jungkook había pronunciado, dejando caer la figurilla de metal al suelo y agachándose rápidamente, mirando al hombre y tocando su mejilla, llevando sus manos hacia donde su pulso se encontraba—Jimin por favor despierta, lo siento, Jimin. —murmuraba en voz baja con desesperación, agitando su cuerpo, asustado por su mayor.

Jungkook había llevado sus manos hacia su cabeza y había echado su cabello hacia atrás, había colocado sus manos sobre su frente y había pensando seriamente, su estado de shock no le dejaba procesar lo que acababa de ocurrir, lo que él le acababa de hacer a Jimin. Jungkook había jalado su cabello y había gritado tratando de desquitar toda esa rabia que su cuerpo resguardaba. Incluso en su mente aparecía la misma escena como si estuviera corriendo frente a sus ojos en ese momento, esa escena de él tomando el cuerpo inconsciente de Jimin y cargándolo hasta el sofá, revisando sus heridas mientras lloraba de la desesperación, del repentino ataque de ansias al no saber cómo actuar, de saber que lo que acaba de hacer no tenía justificación.

Jungkook solo podía pensar en que a penas Jimin se levantara huiría de ahí, no lo escucharía y llamaría a la policía, lo arrestarían, lo meterían a la cárcel y sus padres se enterarían, tendrían que pagar millones de wons para su salida y para pagar un abogado, acabarían en la ruina por su culpa, pidiendo dinero por todos lados para ayudar a su hijo, ignorando que ya tenían demasiadas deudas que pagar. Jimin lo odiaría, le tendría miedo, lo querría lejos y ya no lo volvería a ver con esos ojos de amor con los que lo miraba.

Y eso no podía permitirlo, nunca permitiría que Jimin estuviera en su contra, prefería estar muerto a volver a sentir esa sensación de odio por aquella persona a la que quieres, no quería volver a ser mirado con ojos de decepción, tristeza y miedo.

Como Kim Jennie lo había mirado siete años atrás.

Así que Jungkook había improvisado, había tomado una de las sillas de comedor y la había bajado al sótano, la habría colocado En el centro y entre las cosas abandonas había buscado sogas lo suficientemente gruesas como para hacer un amarre firme. Había tomado a Jimin entre sus brazos y lo había bajado, lo había sentado y lo había atado con dificultad.

Sidekicks [Kookmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora