Capítulo 5

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Narrador Omnisciente


En el desierto

—Oye. Tranquilo, tranquilo, amigo. No grites. ¡Ya basta! —gritó Henry logrando tranquilizar a Ray—. Hay que pensar en un plan. 

—Primero lo primero. Con los teléfonos hay que llamar a la Capi Cueva y les decimos que paso...

—Amigo.

—¿Qué?

—Los teléfonos se quemaron —informó Henry. 

Ray se quedó en silencio por unos segundos y, al tener una nueva idea, volvió a hablar.

—Okey, nuevo plan. Nos mudamos a otra ciudad.

—¿Qué?

—Vida nueva, sin mirar atrás. Obvio, tenemos que olvidarnos de ___ y su hermosa mamá, pero podría ser un taxista muy guapo o un cirujano sexy.

—Oye, oye.

—¿Qué?

—Nunca olvidaré a ___ —aclara serio—. Aparte, ¿te acuerdas que pasamos un teléfono hace rato?

—No lo sé, estaba durmiendo —respondió Ray, con sinceridad.

—Pues había uno, así que, hay que volver a él, llamar a la cueva y decirnos que nos traigan a Susie Silbante para que...

—¿Por qué no usamos nuestros teléfonos para llamarlos? —preguntó interrumpiendo a Henry—... y diciéndolo me estoy dando cuenta de mi error vamos.

Sin decir nada más, los dos superhéroes empezaron a correr hacia el lugar que había dicho el adolescente.

[...]

Corrieron por unos cinco minutos completos y los chicos ya estaban muy cansados, pero esto era una emergencia, no tenían tiempo que perder.

—Debí quitarme el traje —la voz de Henry sonaba cansada—. ¿Tienes una moneda?

Su compañero comenzó a revisar los bolsillos, pero sin ningún éxito, así que, con cuidado, se acercó al teléfono. 

—Capitán Man es una emergencia —avisó Ray, para después golpear el teléfono. Esto hizo que muchas monedas cayeran.

—Funcionó —dijo Henry acercándose.

—Llama a la cueva —Le extendió el teléfono al chico.

Él lo agarró y al tener cerca su mano al teclado, miró a su compañero y preguntó: —¿Cuál es el número?

—Ah, no lo sé, nunca llamo a la cueva.

—Yo tampoco. 

—Entonces, llama a ___ —propuso el adulto.

—¿Cuál es el número?

—¡Te gusta y no sabes su número!

—Bueno, cuando la quiero llamar, busco su número en mi teléfono.

—Me das asco.

—Tú eres su padrastro, debes saberlo.

𝗡𝗼 𝗺𝗲 𝗰𝗼𝗻𝗼𝗰𝗲𝘀... || Henry DangerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora