8.2 Compañero de cama

264 52 2
                                    


El príncipe Videl lo miró con un gesto ensoñador y una delgada sonrisa – eres mi primer compañero de cama, ¿estás tan nervioso como yo?, está bien si esta noche solo me abrazas, es que..., tengo un poco de miedo.

El pervertido, el anciano decrepito, la basura humana..., ¿qué fue lo que pasó?

– ¡Ah!, yo – no supo qué decir.

– Ven, sube – le dijeron y él obedientemente trepó a la cama con una actitud más sumisa, no entendía la razón, simplemente se sentía bien ser obediente.

– Mi nombre es Videl – dijo el príncipe acomodando su cabello detrás de la oreja con la mano izquierda – ¿puedo abrazarte?

Selim asintió de forma nerviosa y Videl lo rodeó con sus brazos, el aroma de su cuerpo era floral, sin duda el aroma más fragante que había sentido en su vida, mirando la misma piel blanca que siempre odió, pensó que su amo era...

¡Muy hermoso!

No era que tuviera un sentido de la belleza poco común, su madre era de piel oscura y ella era hermosa, también pensaba que Ana era una niña muy linda, pero el chico que estaba recostado a su lado, era diferente, su piel era muy blanca, tanto que sus manos sobresalían cuando lo tocaba, su olor era agradable, muy diferente a las calles, un sitio donde su nariz estaba tan acostumbrada a los malos olores, que no pudo distinguir la mierda del pan.

Su aroma, la textura de su piel, todo era diferente, más que un chico de piel blanca, sentía que era una criatura demasiado pura.

Los ojos color miel de Videl se abrieron y sonrió – sigues despierto – se acercó un poco más presionando su pierna contra el abdomen de Selim, a esa distancia, el calor corporal del chico era muy alto, calentaba todo su cuerpo, su corazón comenzó a latir apresuradamente.

En esa posición, no podía dormir.

Una mano delgada muy blanca le acarició la mejilla – si no puedes dormir, puedo cantarte.

– No soy un niño – replicó enseguida y se arrepintió enormemente, la voz de Videl era muy suave, quería escucharlo cantar – pero..., si quieres hacerlo..., yo no me enojaré...

La sonrisa de Videl era muy hermosa, al igual que su voz, la melodía sin letra tenía un tono bajo, apenas para que él lo escuchara, una melodía que jamás había escuchado y que penetró su corazón muy profundamente, sujetó la mano de Videl queriendo decirle, ¡canta una vez más!, pero entre más escuchaba, más se cerraban sus ojos y pronto se quedó dormido.

Las velas se apagaron cerca de la media noche, ambos niños estaban dormidos sobre la cama uno al lado del otro, sus manos estaban entrelazadas.

La mañana llegó y la luz del sol se filtró por las ventanas altas. Selim entrecerró los ojos, dio la vuelta y quiso abrazar a Videl tal y como hizo toda la noche, pero él no estaba, se encontraba sentado mirando hacia la puerta, al verlo girar la mirada, notó que estaba algo preocupado.

– Lo lamento mucho – le dijo y acto seguido le quitó los pantalones.

La única prenda de ropa que Selim llevaba era ese pantalón de tela delgada que no cubría sus tobillos y Videl vestía un atuendo muy similar, él también se quitó el pantalón y repentinamente quedó completamente desnudo a su vista, Selim sintió que debía cubrirse los ojos, su piel fue cubierta por algo muy suave y sobre su pecho sintió el pendiente, ambos fueron cubiertos por la sábana.

No había más tela, lo que Selim estaba sintiendo, era la piel desnuda de Videl, el calor que bajaba por su cuerpo se fue concentrando y entrecerró los ojos.

No soy un virus, soy un acosador (Segunda parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora