8.29 Sobreviviente

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Desesperación.

Canfeza sostuvo la mano de Eris y corrió de prisa, el futuro rey no podía caer en manos de esos hombres, ella solo podía imaginar la tortura de la que sería víctima solo por ser quien era y se sintió temerosa.

Gritos, muy cerca de ese sitio dos guardias cayeron al suelo y otra explosión se escuchó, las paredes del castillo caían una tras otra a causa de ese inmenso poder y no había forma de detener el avance.

El ejército estaba muy lejos y entre ellos su esposo, Canfeza sabía que jamás llegarían a tiempo.

Ruido de cristales rompiéndose.

– Canfeza – escuchó que gritaban su nombre.

A la derecha cinco hombres la miraron a causa del grito y a la izquierda Dogo extendió su mano para que la tomara, Canfeza sabía que Selim volvería para poner a su consorte a salvo y si Eris estaba con él también sería salvado, pero también era realista y sabía que su tío no podría salvarlos a los tres, si uno de los dos debía sobrevivir, ese debía ser su hijo, tomó a Eris y lo acercó a Dogo – los distraeré, sácalo de aquí – dijo y corrió hacia los hombres que deseaban su vida con una única esperanza.

Que su hijo sobreviviera.

– ¡Aquí estoy! – anunció – vengan por mí.

Los hombres que iban a matarla se acercaron, con cada paso ella podía sentir como había llegado el final, el fuego trepó por las paredes, los gritos resonaron y sus ojos se llenaron de lágrimas, los cerró apretando los parpados y al abrirlos los hombres desaparecieron, lo que quedaba, era un gran árbol lleno de hojas rojas.

– ¡Ah!, ¡ah!, ¡ah!, corres..., corres muy rápido – Dogo se sintió en muy mala forma cuando tuvo que alcanzar a su sobrina y solo pudo lograrlo porque ella se detuvo, tener la espalda torcida no ayudaba – ah, necesito ver a un masajista, cuando Liam regrese lo haré responsable.

La mirada de Canfeza no podía estar más llena de confusión – ¿qué es?, ¿dónde?, ¿dónde estamos?

– ¡Oh!, esto es..., un lugar seguro.

– Mamá – lo interrumpió Eris y corrió a abrazar a su madre, cuando fue empujado hacia atrás y llegó a ese espacio abierto con el cielo azul pese a que era de noche y no vio a nadie más se sintió perdido, al ver a su madre la abrazó con fuerza.

Canfeza no entendía cómo era posible, pero no importaba, estaba a salvo y su hijo también – gracias.

– No lo menciones.

Su espacio le había prohibido llevar a otras personas, pero no podía dejar que Eris creciera con el recuerdo de ver morir a su madre, solo por esa ocasión, aceptó romper su promesa.

El cielo se fue tornando oscuro.

– Tengo que ir de vuelta, pero volveré por ustedes, lo prometo, quédense aquí y no se alejen, los lobos piensan que el árbol es una especie de dios protector y matan todo lo que se acerque, no los reten y si lo ven venir no vayan a trepar al árbol, hay varias colmenas de abejas y por allá hay...

...

– Pensándolo bien, los llevaré a otro lado.

En retrospectiva su espacio podía sonar un poco peligroso, pero él que vivía ahí sabía que era un lugar muy tranquilo y agradable. Los dejó en una de las habitaciones de la torre con objetos extraños y volvió al castillo.

Su espacio estaba localizado dentro de su alma, por lo tanto, él debía moverse para que Canfeza y Eris salieran desde una posición segura, ya no podía usar el truco de resurgir de entre los escombros, tenía que usar un cuento diferente.

No soy un virus, soy un acosador (Segunda parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora