11.9 Dion

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Un campo de flores cubierto de girasoles bajo un cielo muy azul y en un pequeño espacio, una figura de piel azul.

- Ahí estás - dijo Dogo al bajar - habló en el lenguaje que usó cuando era Cédric - esa vez me dijiste que me darías la respuesta a la pregunta de mi alma, pero mi alma no se hizo esa pregunta hasta dos vidas después, y también está el detalle de las semillas, me diste sesenta, pero yo exploré cincuenta y siete planetas, me sobraron tres semillas, siendo un clarividente cometiste un error muy grande, o eso fue lo que pensé hasta que llegué a un planeta estéril y caótico con tres continentes, exacto el número de semillas que necesitaba así que mi conclusión es que tú capacidad de ver el futuro va más allá de una vida y tú, no eres Dion.

Tan concentrado como estaba en su discurso, jamás miró el rostro del hombre de piel azul sentado sobre la roca hasta que estuvo a un paso de él.

- Vidente equivocado, lo siento mucho - dio la vuelta.

- Dion es el nombre que quiero ponerle a mi hijo - le dijo la mujer y su voz habló directamente en su mente.

Dogo dio la vuelta - usted es la madre del príncipe Dion.

- Y tú un amigo de mi hijo, es bueno conocerte - le sonrió.

Dogo quiso preguntar cómo era posible que esa mujer aceptara sus palabras tan fácilmente, pero recordó de su tiempo como Cédric que los Sandues eran de esa forma, la especia sagrada de su galaxia, los videntes a quienes todos admiraban y él acababa de dirigirse a uno de ellos como si fueran grandes amigos - lo siento - dijo de pronto.

- ¿Qué es lo sientes?

Ser grosero.

- Conocí a su hijo hace muchos años - se detuvo al darse cuenta de que hablaba de alguien que todavía no nacía y comprendió un poco las palabras de la diosa - o lo conoceré.

- ¿Y por qué lo buscas?

- Necesito un consejo, yo creo que hice algo que no debía, se sintió como algo simple, como dejar caer un jarrón al suelo y verlo hacerse añicos, el problema es que ahora que está roto ya no puedo repararlo, y lo más extraño es que se supone que eso ya pasó hace mucho - quiso darse de golpes por las analogías - yo conocí a tu hijo, pero ahora te miro y aún no ha nacido, y en ese otro mundo estoy peor, ellos dicen que provoqué un caos, pero de donde yo vengo ese problema ya se reparó, entonces, ¿qué debo hacer?

La mirada de la Sandue se entrecerró - ¿de qué forma conociste a mi hijo?

- ¿Qué? - se sintió un poco ignorado.

- Debes decirme, para que yo pueda transmitirle ese mensaje y te conozca.

- Pero eso ya pasó.

- Para tu tiempo, no para el mío.

Las manos de Dogo que habían estado sujetando su cabello bajaron - nos conocimos en un barquero, dígale que seré el marcador de cabello y piel verde, todos creía que era un reptiliano, pero era un Adox, eso es importante.

Siempre se preguntó por qué el príncipe Dion lo eligió, de pronto, tuvo un poco de sentido.

- Eso significa que finalmente ha pasado - su mirada bajó y Dogo comprendió a qué se refería.

El monstruo que los Sandues llevaban siglos profetizando, en su momento detuvieron a tantos como pudieron, pero una guerra entre galaxias estaba destinada a pasar y con eso, la extinción de su raza. Dogo palideció - lo lamento.

- Te disculpas mucho, tales cosas no son culpa tuya.

Pero lo lamentaba, pensó que ya había olvidado cuando miró su planeta ser destruido o su raza esclavizada, resultó que los recuerdos estaban ahí.

No soy un virus, soy un acosador (Segunda parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora