11.13 Esclavos

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Era linda.

Cada vez que J.T decía eso, su hermano respondía con la misma frase, ¡todas son lindas, por eso están a la venta!

De ser así, tal vez solo era su percepción, porque, de todas las niñas que esperaban entre los barrotes, él creía que la número 134 era la más linda. Y repentinamente ella lo miró y J.T se golpeó la frente con la escoba - agh - se quejó y escuchó una risa - lo siento.

- ¿Por qué te disculpas?

- Porque soy un idiota, Reget dice que debo disculparme cada día por haber nacido - se refirió al guardia que lo enviaba a limpiar y al darse cuenta de lo bobo de sus palabras se aferró a la escoba - lo siento - se disculpó por ser lo bastante tonto como para no poder quedarse callado - yo, me iré.

Ella siguió ahí, no porque pudiera hacer otra cosa, en realidad no era capaz de salir de la jaula y J.T se sintió más tonto por sus propios pensamientos, por supuesto que ella seguía ahí y lo estaría por un largo tiempo.

- Oye, ve a poner las etiquetas - lo empujó Reget.

J.T miró las letras, a veces, hasta un esclavo necesitaba leer y era necesario en su caso - esto es, para mañana - se sorprendió al ver un número conocido.

- Oye, ¿te dije que podías hacer preguntas?, ve allá y pon las malditas etiquetas y mucho cuidado con equivocarte, ¿te quedó claro?

- Si, maestro.

Reget lo empujó para enviarlo de vuelta a las jaulas.

En ese gran espacio, animales, objetos y personas eran puestos por igual y mientras iba colgando las etiquetas pensó muchas veces en no colocar la de la jaula número 134, sabía que de hacerlo lo golpearían hasta matarlo y de todas formas ella sería vendida, sería igual un día a otro, no había algo que un esclavo débil y sucio como él pudiera hacer - lo siento - repitió mientras colgaba la etiqueta en su jaula y derramaba lágrimas - lo siento - sus manos temblaron y lentamente bajó la etiqueta.

No podía hacerlo.

No podía dejar que la vendieran.

Dio la vuelta y algo se aferró a su ropa, al voltear el rostro miró a la niña que lo veía a través de los barrotes - está bien, puedes colgarla.

J.T negó con la cabeza.

- No es tu culpa.

Lo sabía, como también sabía que moriría si no la colocaba en su sitio y los acomodadores no la registraban, sería él quien pagaría - lo siento.

Ella le sonrió y sujetó sus manos para ayudarlo a colocar la etiqueta, al igual que él, conocía su destino - Mía - dijo de pronto - el hombre que va a comprarme me puso ese nombre ayer, pero no me dijeron su significado, ¿cómo te llamas?

J.T se humedeció los labios al sentirlos secos - en mi familia me llaman - no pudo decir su nombre, dio la vuelta y se alejó corriendo, nunca antes pensó que el mañana podía ser tan aterrador.

... ... ...

Después de numerosas tiendas Dogo encontró el atuendo adecuado, tenía que ser negro, tenía que haber una máscara para cubrir la cicatriz, tenía que haber collares sobre su pecho descubierto y debía lucir impactante. Tomó más tiempo del que imaginó, pero valía la pena siempre que luciera bien.

Por desgracia Cósmica era una traficante de esclavos que trataba con diversas razas en el espacio desde que la flota intergaláctica derrotó al Kraken y no se impresionó - ¿en qué puedo ayudarle?

[No se preocupe maestro, yo admiraré lo apuesto que es]

Resopló - quiero comprar esclavos.

Cósmica sonrió, era como entrar a una tienda de naves espaciales y decir que quería una nave - estoy segura que dentro de nuestra amplia gama encontrará algo que le guste, ¿tiene algo en mente?, una mujer, un hombre, o un infante, podemos cubrir cualquier tipo de necesidad, o si prefiere un guerrero.

No soy un virus, soy un acosador (Segunda parte)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora